Debates Feministas

 

SEGUNDO DEBATE FEMINISTA
Miércoles 3 de septiembre de 2008

Frente al tema de las identidades una de las primeras preguntas que nos surgen es: ¿Cómo es ser mujer afro descendiente en Uruguay, a diferencia de cualquier otra identidad que pueda ser también objeto de discriminación? Nos pareció que, para enriquecer el debate, es necesaria la voz de quienes lo viven en carne propia.

Fue así que al comenzar este encuentro se decidió posponer dicha discusión debido a la ausencia de las Mizangas, que en el encuentro anterior manifestaron su particular interés en el tema. La idea es que para el próximo tratemos por un lado sobre la identidad grupal en relación con la identidad personal, y por otro de cómo desarmar las identidades (género, ‘raza', etnia, clase, opción sexual, etc.).

Pensando en una visión más general de la identidad, pero no menos interesante, surgió la idea de reflexionar sobre nuestras percepciones sobre ‘las jóvenes' (identidad transitoria si las hay). Nos preguntamos entonces si existe una identidad o una cultura joven en Uruguay, o si las diferentes músicas, bailes, estéticas, son solo diferentes expresiones culturales.

Se planteó que el hecho de que haya una cultura joven no implica que haya una identidad joven, que serían cosas distintas. Las diferentes expresiones musicales, estéticas, etc., se relacionaron con la idea de tribus urbanas , título del libro de la Socióloga Verónica Filardo sobre su trabajo de campo realizado en Uruguay. Aquí también hay lugares donde se encuentran los emo, otros donde se encuentran los dark, o los glam, por ejemplo, los cuales muestran fuertes diferenciaciones estéticas (peinados, lentes de contacto, etc.).

Más allá si son culturas o más bien se trata de expresiones juveniles, lo que aparece en términos de relaciones de género, como es en el caso de las manifestaciones artísticas en general, es que probablemente siguen siendo los hombres los que tienen papeles más protagónicas

Surgió un dato impactante sobre las posibles identidades juveniles en cuanto al uso del tiempo. Un estudio reciente sobre el tiempo empleado en tareas domésticas mostró que la tasa de participación más distanciada entre hombres y mujeres se da en la franja de 14 a 19 años. Es evidente que las pautas de socialización y de crianza que hacen a la distribución de roles dentro de las casas estarían casi intactas.

En la publicación de un trabajo conjunto entre la Facultad de Ciencias Sociales y Cotidiano Mujer sobre los grupos focales de jóvenes, en el caso de la murga joven, surge que ellos se sienten portadores de nuevas pautas culturales, como lo es la integración de la mujer a la murga. En cuanto a los jóvenes sindicalistas, cuando le escriben a ‘los jóvenes', lo hacen como mirando a un otro, como si ellos no lo fueran también. Se identifican como jóvenes en la medida que, formando parte de un departamento homónimo en el PITCNT, tienen un lugar de poder para la negociación dentro del sindicato.

Esto se vincula con la pregunta: ¿por qué no hay un feminismo joven efervescente en nuestro país?

Allí se plantea que con las jóvenes feministas tal vez suceda algo similar a lo anterior: más que una identidad diferenciadora, en el sentido de reclamo, lo que las une es una suerte de disputa por el lugar de poder que las nuevas generaciones tienen dentro del feminismo. Este fenómeno podría verse como un fenómeno que caracteriza a la política en nuestro país, donde se ve a una persona de 45 años que llega a algún puesto de poder como ‘un tipo joven'.

Se argumentó también que las generaciones más nuevas tienen una herencia más racional que vivencial, en cuanto que ven la diferenciación de roles masculinos y femeninos, de una manera más desdibujada que en el pasado, y por tanto se les hace más difícil pelear contra un enemigo menos nítido.

¿Puede decirse que hay una agenda diferente para las jóvenes feministas? Para explicar cuáles son las expectativas que tenemos como feministas, dentro de las diferentes generaciones que estábamos allí presentes, alguien introdujo la figura literaria de la anagnórisis, que es el momento de la narración en que se da la revelación, el reconocimiento, es el momento en que uno llora, se conmueve.

A partir de ahí se replantea la cuestión de qué cosas son las que nos conmueven y nos hacen reconocernos como feministas. En el contexto actual, para los chicos más jóvenes es más difícil el reconocimiento de la situación de diferente que vive la mujer, entonces tienen que pasar por un nivel más racional para llegar a ese momento de revelación a partir del cual se puedan crear vínculos de fraternidad o sororidad.

Cabe preguntarse si, cuando teníamos quince años, éramos capaces de reconocer la discriminación. Si bien las fronteras históricamente son diferentes, también influye la experiencia que podamos tener. En ese sentido la puesta en escena de la discusión sobre la ley por la despenalización del aborto ha hecho más visible esa situación de discriminación, al menos para muchos jóvenes. Tal vez, con el tiempo, pueda verse como un hito que marcó nuestra sociedad y la experiencia de mucha gente joven.

Por otro lado, una de las características de la adolescencia es la necesidad de afirmarse, de modo que se hace muy difícil ser capaz de asumir una discriminación. Al reconocer que pertenecen a una categoría socialmente discriminada, las jóvenes reconocerían también que están, de alguna manera, en una posición inferior, lo cual jugaría en contra dicha necesidad de afirmación.

En cuanto a como se ven a sí mismos, se dijo que existe una supuesta igualdad entre varones y mujeres por tener conductas similares, como puede ser el caso de los insultos. Sin embargo, rara vez se vuelven conscientes de las relaciones desiguales de género, aunque, por ejemplo, es muy fácil presenciar situaciones de acoso hacia las adolescentes por parte de los varones de su misma edad.

Indudablemente depende del contexto donde uno se crió, porque se hace muy difícil hablar de feminismo, o de una consciencia sobre las desigualdades de género, por ejemplo, en una población como la de Bella Unión, donde la mayoría de los adolescentes a los 15 años ya son padres. Para ellos las necesidades por las cuales preocuparse son otras: un trabajo digno, asistencia médica, etc. Es importante destacar cómo le ha costado al movimiento feminista ampliar su discurso a otros sectores societarios

Por otro lado, reflexionando desde un punto de vista social, basta simplemente mirar la televisión para darnos cuenta de que “la batalla de la mercantilización del cuerpo la perdimos”, y la perdimos no porque eso exista sino porque las propias mujeres afirman que son dueñas de su propio cuerpo y que el hecho de venderlo es parte de su libertad.

A diferencia de otros países de la región, como puede ser el caso de Brasil, nos preguntamos: ¿qué pasa en Uruguay que al movimiento feminista (como movimiento cultural, no como movimiento organizativo o político) le cuesta tanto nutrirse de producciones nuevas, de gente nueva?

Antes que nada habría que separar las identidades. Hay identidades que son transitorias, como la edad, y otras que no lo son. Una mujer lesbiana que convierte en política su opción sexual, evidentemente aporta otras cosas muy diferentes que una mujer negra. El color de la piel no se puede ocultar, y es un valor que muchas veces condiciona las relaciones sociales. También la clase social condiciona. Lamentablemente las estadísticas muestran que gran parte de los afrodescendientes tienen un bajo poder socioeconómico. Vemos como las identidades se entrecruzan, aunque para poder analizarlas es útil intentar desglosarlas.

Se planteó que en el feminismo lo que está de alguna manera bloqueada es la posibilidad de renovación generacional, y no porque haya una agenda diferente. En el caso del aborto muchas de las grandes luchadoras en pro de su legalización son mujeres que ya pasaron su etapa de abortar, por tanto se puede decir que es un tema juvenil y las más interesadas deberían ser las más jóvenes.

Esto tiene que ver con la construcción del movimiento en términos políticos más que en términos vitales. Hay una dificultad de reconocimiento de las nuevas voces, pero no solamente de las feministas jóvenes, sino de las nuevas feministas, más allá de su edad.

¿Cuándo me reconozco yo como feminista? ¿Qué curso tengo que hacer, por qué cosas tengo que pasar? Ante estas preguntas alguien respondió: “machista te hacés, feminista te deshacés”.

Partiendo de la base de que las identidades se construyen en oposición a un otro, no es tan fácil hacerlo para los jóvenes de hoy cuando los adultos queremos ser jóvenes. Cada ver más la autoridad, los ritmos de vida en constante cambio, el manejo del poder, son problemas difíciles de generar oposición, rebeldía, cuando ese otro es un tanto confuso. Y si a esa identidad joven, le agregamos la de feminista, en contraposición al mundo adulto feminista, se hace aún más complejo.

La adolescente está peleando por ser igual, por el poder, es por eso que le cuesta asumir ese discurso de la discriminación, del no poder. Muchas veces el camino para llegar al feminismo es la victimización, y lo último que uno quiere a esa edad es decir ‘pobrecita yo'.

Alguien destacó el éxito que están teniendo los movimientos homosexuales, como han ganado su lugar en la agenda política y mediática, consiguiendo grandes avances en la legislación y haciendo marchas multitudinarias, incluso con muy poco financiamiento. Parece como si en septiembre compitieran aborto con diversidad, y ganara esta última, la cual tiene mucho que ver con la cultura del espectáculo, mientras que cuando hablamos de aborto hablamos de una realidad dura, que va al núcleo del poder.

¿Cómo poder entonces reformular nuestros discursos para hacerlos más permeables y llegar a conmover a otras personas que hasta ahora no se digan feministas? Algunas de nosotras en nuestra adolescencia abortamos o ayudamos a abortar, vivimos el aborto sin ser conscientes de su dimensión política.

En cuanto a lo artístico, se recordó el impacto que generó en estos años la aparición de algunas bandas integradas en su totalidad por mujeres, como es el caso de La Dulce o La Melaza. Se dijo que este tipo de cosas convocan desde lo positivo e invitan a plegarse más que los sólitos discursos reivindicativos.

Los jóvenes no tienen capacidad de decisión, no se los toma en cuenta por tanto no tienen interés en participar. Por un lado hay una gran necesidad de capacitación y por otro lado falta una línea de conducción hacia el activismo. Las jóvenes que se acercan al feminismo se encuentran con dos modelos muy diferentes: uno muy académico y otro muy activista, y se ven obligadas a elegir entre uno u otro. Es como si en este país hubiera un manual tácito de ser feminista. Existen estructuras consolidadas muy cerradas. Hace falta generar formas organizativas de integración para renovarlo.

En el contexto actual existe una dificultad de expresión de un feminismo orgánico joven. Alguien se preguntó: ¿a las ‘viejas feministas' qué fue lo que nos enamoró en el ochenta y pico? La posibilidad de cambiar el mundo. Había una coyuntura que permitió generar un discurso renovador, revolucionario, la generación que hoy ronda los cincuenta, cuando jóvenes estaban acostumbradas a formar parte de movimientos estudiantiles multitudinarios.

Hoy en día, la reducción de los espacios de circulación colectiva, la disminución de los partidos y su capacidad de convocatoria, y de los espacios ciudadanos, también es parte de una coyuntura. Para incidir en la agenda política hay que estar dispuesto a pagar costos: ir a la reunión hasta última hora, el fin de semana, etc., y muchos jóvenes de hoy no estarían tan dispuestos a hacerlo, en un momento histórico que tiende al individualismo, y que dificulta la acción colectiva.

La circulación de liderazgos tiene una dimensión de ideas, de exposición pública que supone espacios de elaboración colectiva que, además de la lectura, permitan elaborar las sutilezas de un discurso público.

Hoy día no es fácil pensar en un discurso efectivamente emancipatorio, tanto para las generaciones nuevas como para las anteriores. ¿Cómo se hace para lograr una oposición cuando nos encontramos con un gobierno progresista pero tiene un modelo económico capitalista, un modelo (no) ecológico productivista, y así sucesivamente?

Ante la cuestión de como hacer para integrar a los varones que se interesan en el feminismo, una compañera contó la siguiente anécdota: mientras realizaba un ejercicio de edición con su grupo surgió, a partir de un texto que estaban utilizando, el concepto de ‘las femócratas'. Entonces se preguntaron: ¿hay que poner ‘los y las' en este caso? ¿Es susceptible un varón de ser femócrata? Luego de una larga discusión decidieron que no, femócrata solo puede ser una mujer, asumiendo que solo una mujer puede ser feminista.

En cuanto a esto se dijo que llega un momento en que se hace muy difícil que comprendan los hombres lo que nosotras vivenciamos como mujeres. Además si el canje no es beneficioso para ellos, como se hace para generar un camino distinto al de la reivindicación. Hay casos, sin embargo, de hombres jóvenes que sienten que han logrado espacios propios en la relación con sus hijos, a partir de los logros feministas.

La identidad no solo puede ser vista como la de un ser estático, sino también como la potencia de ser. Lo que han hecho las feministas como Simone de Beauvoir es enriquecer el juego de las identidades, le han dado potencia al ser mujer, han podido armar más juegos de los que estaban pensados. En Uruguay, por lo menos, esto no ha sido bien demostrado. Sería interesante lograr un equilibrio, manteniendo una actitud reivindicativa, pero sin dejar de mostrar los logros.

Alguien preguntó entonces: ¿si los mostramos demasiado, entonces qué pedimos? ¿Qué pasaría entonces si invirtiéramos más energía en lo positivo? Probablemente si nos potenciamos más mostrando nuestros logros, podamos captar más gente. Por otro lado las jóvenes naturalizamos los logros de generaciones anteriores, como es el caso de votar, de trabajar o de tocar en una banda de rock, cuando detrás de todo eso también hay una historia que no deberíamos dejar de resaltar.

La compañera contó además otra anécdota muy reciente, cuando un grupo de artistas se ofreció espontáneamente a hacer una especie de performance para la movida del aborto, para la cual se les ocurrió desplegar grandes telas rojas. Cuando ella lo contó en su lugar de trabajo, inmediatamente le pidieron que frenara todo eso, argumentando que “nosotros trabajamos con otras imágenes, no trabajamos con imágenes del rojo, con la sangre”.

Esto demuestra que en el feminismo hay un orden súper establecido, que hay un modo de hacer que las cosas, que todo tiene que pasar por lo consensuado. Como en todo movimiento hay una fuerte tendencia a lo regulatorio, existe un código, un lenguaje, una serie de imágenes y unos símbolos preestablecidos. El hecho de no aceptar el disenso, que pueden haber distintas formas de hacer las cosas, nos ha llevado a ser tan pocas, a hacer tan poco ruido. En este marco es muy importante retomar el nombre propio.

Por otra parte el trabajo, el servicio y la oenegeización, también le han restado tiempo, energía y espacios a la reflexión, a la producción de ideas. En cuanto a los avances logrados, se observó que son más aparentes que estructurales, lo que han cambiado son las formas de la dominación, y por eso no se ven tan claramente. Debemos tener la habilidad de mostrar más allá de estos cambios puntuales, cuales son las nuevas cosas que nos ponen en lugares de subordinación.

Otra gran diferencia entre las nuevas jóvenes y las jóvenes de antes es el uso de la tecnología para relacionarse. Hoy nos conectamos a través de la red y no tanto cara a cara, por lo cual ya no hay tanta ansiedad por salir a la calle, si total puedo ‘comunicarme' con un montón de gente sin salir de mi cuarto.

Se planteó también: ¿qué pasa con la lucha política en la vida personal? ¿Estamos dispuestas a tomarla? Hay quien ve por un lado al feminismo como una opción de vida, en cuanto a las transformaciones de la relación con los hijos, a la relación de pareja, de la educación, con el trabajo, etc., y por otro lado al feminismo como opción política. Habría que elaborarlo más conceptualmente para abordar ambas esferas de manera diferenciada.

A partir de otra anécdota que se contó, se planteó la cuestión de qué pasa con las feministas que están en cargos de decisión política, si se las ha invitado a este ciclo de debates, sin que vengan en representación de nadie. Luego del 2005 en Uruguay, se ha dado un nuevo proceso de fragmentación, además de las militantes y de las oenegeizadas, con las feministas que se incorporaron a la función pública.

¿Qué hemos hecho, entonces, para articularnos como movimiento independientemente del lugar que ocupemos?

Este espacio de debate debe ser llevado delante de alguna manera por todas, si no perdería sentido. Por eso es fundamental el desafío de proponer temas, acercar materiales de reflexión para nutrirnos colectivamente, sin que haya una direccionalidad. Así surgió la idea de formar un grupo de google. Debemos asumir entonces el desafío de participar todas.