Ante el pedido de informes del Diputado Ope Pasquet a la Cancillería uruguaya por votar una resolución del ECOSOC en favor de las mujeres y niñas palestinas

Leímos con asombro y preocupación el pedido de informes del Diputado Ope Pasquet a la Cancillería por la votación de Uruguay a favor de una resolución del Consejo Económico y Social de la ONU el 14/9/20, la cual expresa su preocupación por la situación de las niñas y mujeres palestinas bajo la ocupación israelí.
 
En su protesta, el diputado Ope Pasquet dice que Israel es una democracia y que trata a las mujeres palestinas (y a todas las mujeres) “mejor que todos los Estados musulmanes de la región”. Además de la profunda islamofobia que expresa dicha generalización, es una lástima que Pasquet no les pidiera su opinión a las mujeres palestinas antes de hacer tal afirmación.
 
Las mujeres palestinas –al igual que las mujeres israelíes y de todo el mundo−luchan contra el patriarcado, la misoginia y la violencia de género en su sociedad. Pero además enfrentan un conjunto de violencias adicionales causadas por el régimen de ocupación militar, colonialismo de asentamiento y apartheid jurídico que el Estado de Israel impone sobre ellas y su pueblo por el hecho de ser palestinas. Porque como toda opresión colonial, la israelí es racializada y sexualizada,y por ende afecta a las mujeres de manera diferenciada en todos los ámbitos cotidianos, desde que nacen hasta que mueren, desde que despiertan hasta que se van a dormir. Y es que en el proyecto de limpiar la tierra de Palestina de su población árabe nativa, las mujeres son una amenaza demográfica, porque dan la vida, la cuidan y la sostienen.
 
¿Sabe el Diputado Pasquet que lainfraestructura de la ocupación: el Muro, los puestos de control militar (checkpoints), las carreteras segregadas (solo para colonos judíos), los diferentes documentos de identidad y matrículas de vehículos, etc., coarta la libertad de movimiento, fragmenta a la población ocupada y separa a las familias de sus tierras, a las mujeres y niñas de los hospitales, a las jóvenes de sus universidades, a las familias entre sí y a la población en general de sus centros culturales y religiosos? ¿Sabe Pasquet que por esta geopolítica espacial −que constituye el terror de las mujeres embarazadas− cantidad de palestinas han dado a luz, o han muerto ellas, o sus bebés recién nacidos en un checkpoint militar, tras largas horas esperando que un soldado israelí les permitiera pasar para llegar al hospital?
 
¿Sabe el Diputado Pasquet que las constantes demoliciones de viviendas palestinas cometidas por las autoridades israelíes con excusas administrativas (“construcción sin permiso”, debido a que a la población palestina no se le otorga nunca permisos de construcción) dejan a las mujeres, a sus niñas y niños y a sus extensas familias sin techo, a la intemperie y en una gran desolación, pues el hogar es el centro de su vida? ¿Y sabe que, particularmente en Jerusalén Oriental, los desalojos de familias palestinas mediante argucias jurídicas para entregar sus viviendas a familias judías, hacen que las mujeres y sus familias vivan con el temor constante de perder su hogar?
 
¿Y sabe que las demoliciones no se frenaron sino que se aceleraron durante la pandemia de COVID-19; que desde marzo, cuando se confirmaron los primeros casos, las fuerzas israelíes han demolido o confiscado casi 400 estructuras palestinas (es decir, casi 65 por mes, el promedio más alto en cuatro años); que en lo que va del año Israel ha desplazado por la fuerza a unas 700 personas palestinas, la mayoría durante la pandemia, y la mitad de ellas menores de edad; y que sólo en agosto Israel dejó a más de 200 personas sin hogar?
 
¿Sabe el Diputado Pasquet que las constantes ejecuciones arbitrarias y por gatillo fácil de jóvenes palestinos a manos de las fuerzas de ocupación, así como las constantes detenciones de niños, jóvenes y hombres, dejan a las mujeres sumidas en un profundo dolor, en un duelo perpetuo, con sus familias quebradas para siempre? ¿Y que la perversa negativa del gobierno israelí de entregar a las familias dolientes los cuerpos de sus mártires agrava el dolor de la pérdida, impidiéndoles cumplir con los ritos funerarios de su religión y haciendo muy difícil elaborar el duelo ante la ausencia del cuerpo de sus seres queridos?
 
¿Sabe el Diputado Pasquet que, en la bloqueada Franja de Gaza, donde –según expresa la resolución del ECOSOC- la situación humanitaria y socioeconómica son “desastrosas”, la mayoría de las mujeres enfermas de cáncer y otras enfermedades graves mueren esperando un permiso del gobierno israelí para salir de la cárcel al aire libre que es Gaza y poder tratarse en hospitales de Cisjordania o Jerusalén (pues los de Gaza no pueden hacerlo debido a las graves carencias impuestas por el bloqueo)? ¿Sabe que la misma suerte corren las niñas y niños con cáncer o talasemia? ¿Y que varias niñas gravemente enfermas obtuvieron el permiso para salir pero no sus madres o padres, y por eso tuvieron que viajar solas, enfrentar internaciones y delicadas operaciones en Cisjordania o Jerusalén, sin la compañía de sus madres, generando un profundo sufrimiento y traumas imborrables en unas y otras?
 
¿Sabe el Diputado Pasquet que las mujeres palestinas con ciudadanía israelí (el 20 por ciento de la población de Israel es palestina) viven como ciudadanas de segunda clase, sin acceso a la tierra y otros recursos estatales reservados solo para la población judía, en comunidades segregadas que no reciben inversiones ni servicios públicos de calidad? ¿Y que la pobreza y carencias de todo tipo son dramáticas en el caso de las mujeres beduinas que viven con sus familias en un centenar de ‘aldeas no reconocidas’ por el Estado en el desierto del Negev/Naqab, sin electricidad, ni agua potable, ni ningún tipo de infraestructura o servicios públicos? ¿Y que en algunas de esas aldeas sufren constantes demoliciones por ‘construcción sin permiso’? (permisos que tampoco en Israel obtienen esas comunidades).
 
Y hablando de ‘democracia’, ¿sabe el Diputado Pasquet que, por ejemplo, las mujeres palestinas nacidas en Jerusalén Oriental (donde la Autoridad Palestina no tiene jurisdicción) no tienen ciudadanía ni pueden votar a quienes las gobiernan por el simple hecho de no ser judías, porque Israel anexó −ilegalmente− la parte palestina de la ciudad sin otorgarle derechos a sus habitantes? ¿Y que esa es una de las tantas expresiones del régimen de apartheid israelí, que gobierna a dos grupos de población (judía y no judía) con sistemas legales diferentes, como han reconocido órganos de la ONU como el CERD o la CESPAO?.
 
Curiosa democracia la israelí, donde casi la mitad de la población que vive bajo su dominio −entre el Mediterráneo y el río Jordán−carece de todos los derechos básicos por el simple hecho de no ser judía. Curiosa democracia, que desde hace 72 años prohíbe el regreso a su patria de tres o cuatro generaciones de refugiados y refugiadas palestinas, mientras invita a emigrar a Israel con plenos derechos ciudadanos y apoyo estatal a personas judías de todo el mundo.
 
¿Sabe el Diputado Pasquet que si una palestina se enamora de alguien que tiene un documento de identidad de diferente color (pues una de las formas de fragmentar a la población palestina es otorgarles distintos documentos de identidad, según sean de Cisjordania, Gaza, Jerusalén o Israel), las autoridades israelíes no le permitirán vivir con su pareja bajo el mismo techo y en el lugar que elijan, obligando así a muchas familias a vivir separadas, o a uno de los cónyuges en la ilegalidad, sin derechos ni seguridad? ¿Y que la misma suerte correrán las niñas o niños que nazcan de esa pareja?
 
Por último, queremos destacar que, en esa cotidianeidad de violencia estructural y terrorismo de Estado que hemos reseñado, las palestinas ejerceninnumerables formas de resistencia, desde las más visibles hasta las más sutiles. Ellas nos enseñan que “existir es resistir” en cada una de sus actividades cotidianas, desde mandar a sus hijas e hijos a la escuela a través de innumerables checkpointsmilitares, o plantar y cosechar olivos en su tierra ultrajada, o visitar a sus presos en las cárceles de la ocupación, hasta sostener el tejido familiar y comunitario quebrado por la represión israelí, preservando la identidad cultural y transmitiendo la memoria a las nuevas generaciones, sobre todo en los campos de refugiados y en el exilio.
 
Y terminamos citando a la periodista española Teresa Aranguren, que las conoce muy bien: “El objetivo último de la ocupación es romper las redes de convivencia que se tejen en el discurrir de la vida cotidiana, deshacer la urdimbre familiar y social que protege de la adversidad y sustenta la capacidad de resistencia de la población ocupada. (…) la tenaz pervivencia de un pueblo expulsado de su tierra, despojado, disperso, bajo ocupación militar, se ha apoyado en la fortaleza de sus mujeres, en su empeño, a veces sobrehumano, por reconstruir una y otra vez el hilo de la cotidianidad destruida, en su inquebrantable voluntad de seguir siendo familia, vecinas, pueblo.
 
Firman:
 
Fuentes:
“Mujeres de Palestina”, en Palestina tiene nombre de mujer. Mundubat, Bilbao, 2008.

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