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Lucy Garrido
Extender el mapa del mundo choca un poco. Impresiona ver tanto verde en el norte y tanto rojo en el sur. En los países más desarrollados el aborto es legal y las mujeres que deciden no continuar con un embarazo no deseado, pueden practicarse un aborto con la información y el apoyo necesario y en las condiciones sanitarias debidas.
¿Encontraron a Uruguay en el mapa? Estamos del lado de abajo. Nosotros, que vamos a alcanzar un PBI de 15.000 dólares per cápita, que nos preciamos de tan modernos, republicanos y democráticos, estamos ahí abajo donde el rojo impera. Junto a los países que condenan a sus mujeres a la clandestinidad. Igual que Niger, Camerún, Israel, Nicaragua, Arabia Saudita, Pakistán y varios más donde el fundamentalismo católico, judío o musulmán, manda a sus gobernantes y a sus legisladores.
Pero hay buenas noticias. Uruguay es un país laico y el Estado y la religión hace mu chas décadas que se separaron. Todos los habitantes tenemos derecho a no creer en dios y en caso de creer, a practicar y profesar la religión que se nos antoje. Pese al veto de Tabaré Vázquez que nos infantilizó y avergonzó a todos, Uruguay es una república democrática y esto implica que los credos y corporaciones religiosas no pueden estar por encima de la voluntad de más del 60% de la ciudadanía. Implica defender el derecho de quien cree que el aborto es un pecado, a no practicarlo, pero también implica defender el derecho a abortar de quien decide hacerlo. Y es ese derecho a la autonomía más elemental el que se está incumpliendo cuando lo que es pecado para algunos, se pretende delito para todos.
Y porque Uruguay es un país que está de acuerdo con que los derechos de las mujeres son derechos humanos parece mentira a esta altura tener que repetirlo es que en diciembre el Senado volvió a votar a favor de la interrupción voluntaria del embarazo.
Eso no nos saca de la parte roja del mapa, no nos pinta de verde como sucedió con Sudáfrica pero al menos nos deja como al personaje de Juceca, en los tonos de Rosadito Verdoso.
Ahora depende de los diputados y diputadas el lugar que ocupará nuestro país en el mapa. Si Uruguay se pone verde podrá contagiar de esperanza a quienes a lo largo de 1 toda América Latina y por tantas décadas, hemos creído que los cambios por los que luchamos ampliarían la libertad, la igual
dad y los derechos de toda la ciudadanía.
El problema no es la legalización del aborto. El problema es, otra vez, decidir qué democracia queremos. Qué tan moderna, avanzada, pluralista y representativa, queremos que sea nuestra democracia.