MIRANDO PARA ADENTRO
La hipocresía sexual 
de la izquierdauruguaya
Lucy Garrido*

"Eramos pocos y mi abuela tuvo trillizos...", fue el comentario de un amigo cuando le dijimos que íbamos a escribir un artículo sobre la hipocresía sexual de la izquierda uruguaya. Desde su punto de vista, ya era bastante con lo de qué significa decir que se es de izquierda ahora como para venir a agregar otro gato encima de la mesa. ¡Oh casualidad! Para este amigo, como para la mayoría de la izquierda, la sexualidad sigue sin tener nada que ver con la sociedad a la que aspiramos y el cambio, pese a derrumbes varios, se sigue pensando sin los sujetos que lo harán posible. El feminismo, por el contrario, ha construido su utopía liberadora apelando a la transformación en las relaciones humanas como un componente fundamental de ese otro cambio que nos hará definitivamente libres, iguales y fraternos, y es por eso que uno de sus principales aportes está en el llamado a relacionar la vida cotidiana y personal con los ideales por los cuales se lucha.

Pero bueno, ¿es hipócrita la izquierda uruguaya en lo que hace al tema de la sexualidad? Decir que sí significaría sostener que tiene un discurso, un pensamiento liberal o conservador, y una práctica opuesta. Si temiéramos asumir esta incoherencia tendríamos que decir que en realidad la izquierda es muchas veces reaccionaria porque tanto en su discurso como en su práctica tiene una visión conservadora, puritana y tradicional con respecto a la sexualidad. 

Y eso sería tanto como decir que en algunos casos la izquierda y la derecha se parecen demasiado. ¿Y entonces, por qué no hablar de la hipocresíauruguaya en general? O mejor, ¿por qué no hablar de la hipocresía sexual de la derecha? 

En la medida en que la derecha no simboliza una utopía de sociedad liberadora (todo lo contrario), su representación de valores en relación a la sexualidad forma parte de un todo coherente con la conservación del statu quo de las desigualdades y la opresión; por lo tanto, en su sociedad, la hipocresía se transforma en un valor necesario que asegura el orden de las cosas. Vamos a hablar de la hipocresía sexual de la izquierda uruguaya, porque formamos parte de esa izquierda y porque sostenemos que la lucha por nuestras utopías (que las hay, las hay) supone una profunda revolución cultural que no puede darse el lujo de obviar un tema que hace a la esencia de las relaciones humanas. 

Para mejor entendernos, dividiremos a los hipócritas en dos grupos:


Hipócritas I

A este grupo pertenecen los que, teniendo un pensamiento político global progresista, tienen también un pensamiento y una práctica reaccionaria no sólo en cuanto a la sexualidad sino, en general, con respecto a las formas de las relaciones personales. 

¿Se puede ser de izquierda, socialista, avanzado, renovador, progresista en la formulación de políticas estatales, y al mismo tiempo retrógrado y conservador en cuanto a la sexualidad de las personas? ¿Se podía hablar del "hombre nuevo" y tener la cabeza del hombre viejo? La respuesta es sí, claro. Y, si no, bastaría recordar las cosas que decía el ex senador y exdiputado frenteamplista Francisco Rodríguez Camusso sobre los dibujos eróticos del artista Oscar Larroca cuando el intendente Jorge Elizalde prohibió su exposición en las salas de la Intendencia Municipal de Montevideo. Un caso que sale de la prehistoria -ocurrió en setiembre de 1999- es el protagonizado por el actual senador Eleuterio Fernández Huidobro, al pedírsele una opinión sobre el libro "Un secuestro por dentro" escrito por Ulyses Pereyra Reverbel (retenido varios meses por el MLN en la Cárcel del Pueblo a partir de agosto de 1968). "A mí me dijeron que cuando lo fueron a secuestrar lo encontraron con el macho" informó el entonces candidato al Senado**. 

En estas últimas elecciones varios otros candidatos acercaron nuevos ejemplos, gracias a su defensa cerrada de "la" familia cuando hasta en las Naciones Unidas se reconocen diversos tipos de ella. 
Generalmente, esta combinación entre progresista para una cosa y conservadores para otra se da de un modo grotesco y burdo, pero las más de las veces simplemente pasa desapercibida por insertarse en los parámetros que estamos acostumbrados a sentir como naturales en un mundo organizado sobre alienaciones varias. Así, es común que nadie saliera a protestar cuando hace unos años el mismo Fernández Huidobro, para denigrar  adversarios, utilizó el término "homosexuales de la política", o cuando refiriéndose a las relaciones entre el país y los partidos, trató al primero de prostituta y a los segundos de porteras de quilombo. Somos todos muy de izquierda pero nos sumamos a la discriminación de los homosexuales (¿cómo era aquello de los Derechos Humanos?) y usamos con total impunidad una doble moral sexual según se trate de hombres o de mujeres. 
Todos asistimos contentos a la renovación de la murga tradicional y aceptamos in totum ese modo de comunicación que lleva hacia la cultura popular el campo de nuestras luchas. Lo increíble es que, esquizofrénicos como estamos, aplaudimos también los cánones morales burgueses que la misma murga progresista quiere derrocar, y en el mismo saco de la sátira política van los estereotipos de la mujer y los homosexuales como modo de producir la risa fácil. 

Es en esa condena a la libertad sexual donde el mensaje liberador se vacía de contenido y termina reducido en mera retórica porque ¿qué queda después? Puede que ayude a modificar el comportamiento electoral de los espectadores, puede que difunda algunas verdades escondidas por el oficialismo, pero seguramente la cultura alternativa debe pretender bastante más que eso. Si no, el hombre seguirá pensando que una cachetada bien puesta a su mujer forma parte de sus derechos, que los maricas sirven para provocar la risa, que menos mal que hay putas así podemos usarlas... Y ya que estamos, ¿cuántos hombres de la izquierda consideran a la prostitución como una "lacra social"pero son clientes en esquinas y boliches? ¿Cuántos se llenan la boca hablando de la patrona compañera y a escondidas mantienen otra relación? ¡Ojo!, no se trata de "moralina", a cada quien según su necesidad y de cada quien según su capacidad: estamos hablando en contra de la hipocresía, no a favor de la monogamia, que es cuestión de gustos.

Hipócritas II 
En estos la incoherencia se da al revés. Mantienen una práctica liberal y un discurso deliberadamente conservador. Son a veces hipócritas por convicción, es decir, voluntariamente. Parten de la base de que ser de izquierda está, pese a todo, socialmente aceptado, mientras que serlo también en lo cotidiano y personal, en el plano de la sexualidad, por ejemplo, no está legitimado. 

Saben que tener un discurso conservador con respecto a las relaciones sociales (padre autoritario, madre abnegada, hijos obedientes) allana el camino para la aceptación de las ideas políticas globales de la izquierda. 
En este grupo se encuentran los que en sus programas de gobierno reivindican, por ejemplo, la legalización del aborto, pero en las campañas electorales prefieren no agitar las aguas por las dudas de que el tema reste votos. 
El referente de la izquierda es un hombre adulto, heterosexual, blanco, casado, padre de dos hijos. Desconoce al resto de los sujetos sociales y entonces reduce la realidad a un estereotipo que le impide transformarla en un sentido revolucionario. La reflexión teórica feminista, centrada en la búsqueda de las relaciones entre lo privado y lo público, entre lo personal y lo político, abre un espacio para pensar en los seres humanos con toda su integridad y para descubrir las opresiones ocultas en la ideología dominante y en los grandes lemas de igualdad, libertad y democracia, bases de nuestras sociedades occidentales y cristianas. 

Es justamente en esta prolija separación de campos entre lo público y lo privado donde se ejerce y reproduce la opresión de las mujeres (y de las inmensas mayorías que llaman "minorías") y es por eso que los temas que hacen a nuestra liberación no pasan sólo por saber en manos de quién están los medios de producción o si la deuda se paga o no se paga, sino también, por si somos dueñas o no de nuestro cuerpo, nuestra sexualidad, nuestra capacidad reproductiva. 

¿Se necesita algo más para ejemplificar lo que estoy diciendo, que ver cómo está compuesta la Comisión para la Paz? ¿En qué "estado del alma" cabe que ninguna mujer la integre? ¿Qué pasó? ¿No hay mujeres desaparecidas? ¿No son mujeres las madres y familiares de los y las desaparecidos? ¿No somos decenas de miles las mujeres que luchamos por verdad y justicia? ¿Y hubo al menos "un" hombre de izquierda que públicamente lo dijera? 

La izquierda se ha olvidado del objetivo primero y último de hacer política de izquierda: transformar las relaciones sociales actuales en aquellas que impliquen construir al hombre y la mujer nuevos. No se ha preocupado de acortar la distancia entre lo público y lo privado y por eso es incapaz de conocer, comprender y hacer suyas las reivindicaciones de todos los oprimidos, sean estos obreros, empleados públicos, trabajadores rurales, jóvenes, mujeres, negros, homosexuales, piscianos o daltónicos. 

Mientras la hipocresía subsista: ¡Patria o Muerte, Perderemos!