PRIMERAS IMPRESIONES POLITICO - PERSONALES

Cotidiano Mujer Nš31 y 1/2
Aņo 2000

El VIII Encuentro Feminista volvió a ser de todas, en colectivo. Volvió a recuperar las múltiples dinámicas que lo han acompañado a lo largo de estos 18 años y que han reflejado los nudos y logros de este apasionante y difícil proceso de construir espacios de acción y reflexión feministas en los países y en la región. Construcción que es indudablemente diferente ahora, en dinámicas de globalización, individuación y neoliberalismo y cuyas expresiones se han ampliado y diversificado, produciendo esas múltiples dinámicas, que ahora se expresan, no todas con la misma intensidad, no todas siempre en diálogo, pero sí en tolerancia. Experiencia diferente a la vivida en el VII Encuentro Feminista, intolerante y polarizado. Santo Domingo y sus maravillosas playas y la calidez de las feministas dominicanas, indudablemente, contribuyeron a generar ese clima diferente.
 

Fue un Encuentro "suave" porque de muchas formas se buscó evitar la polarización. Y, cuando ésta irrumpía por los pliegues, fue la sabia espontaneidad de las participantes las que la dejaba ir, evitando que se instalara. Muchas de las que en el VII Encuentro (1996) en Cartagena - Chile, se enfrentaban, intentaban ahora de distintas formas un acercamiento, no en argumentos, no en discusiones políticas, sino en gestos y sonrisas que parecían expresar "No estamos de acuerdo, pero comenzamos a reconocernos, a valorarnos". ¿Quizá porque reconocimos las razones, los aciertos, los riesgos, errores y ambivalencias de los argumentos y prácticas, no solo ajenas sino propias? Lo cierto es que se instaló nuevamente la sensación y el sentimiento de que ese era un espacio propio, de todas, un derecho personal y colectivo. La posición más intransigente y esencialista de la expresión "autónoma" quedó aislada, preparando su II Encuentro.
 

Y es que de muchas formas el Encuentro de Cartagena, nos acercó de lleno a los riesgos que los feminismos enfrentan en su búsqueda de estrategias para posicionar las luchas y derechos de las mujeres en la sociedad y al mismo tiempo avanzar las transformaciones político- culturales de largo aliento: cómo ganar para las mujeres en el aquí y en el ahora, desde una postura ética y transgresora de los arreglos sociales, políticos, culturales y sexuales existentes. El dilema de Woollstonecraft inaugurando el nuevo milenio. No es ni será el único nudo, pero de él indudablemente se desprenden tensiones, rupturas, búsquedas, todas ellas siempre con el riesgo del aislamiento o el riesgo de la "asimilación" o la articulación - no siempre en clave feminista y/o democrática- tanto hacia afuera, como también hacia adentro del ahora amplio y diversificado movimiento. Riesgos de desperfilamientos de las rebeldías transformadoras y riesgos de esencialismos autoritarios, riesgos de la igualdad o de la diferencia vistas en sí mismas y no en interrelación. Riesgos de las formas patriarcales de conflicto, riesgos de los hegemonismos de algunas expresiones feministas. En fin, los riesgos que a su vez expresan las incertidumbres y búsquedas de un movimiento ahora plural y expandido en múltiples espacios, en un momento en que el mundo mismo se volvió incierto.
 
 

El VIII Encuentro tuvo novedades que expresan la creciente complejidad y expansión de los feminismos y que prefiguran algunas de las dinámicas del nuevo milenio. Feminismos variopintos, multiétnicos, multiculturales, intergeneracionales, intercontinentales, acarreando sus propias estrategias y necesidades de afirmación y expresividad.
 
 

Y estaba el Caribe mulato, negro, marrón, el Caribe multilingüístico, para el cual no hubo inicialmente espacio de inclusión y articulación . (Los Encuentros nunca han tenido traducciones simultáneas, por falta de fondos, también por falta de presencia significativa de mujeres de países del Caribe inglés o francés. El portuñol ha servido siempre para el entendimiento entre Brasil y el resto de la región hispano-parlante por lo cual los vacíos podían ser llenados por unas cuantas voluntarias, en traducción "a capela" en pequeños grupos, construyendo así el nexo entre lenguajes diferentes que apuntaban a una misma búsqueda.) Esta vez, sin embargo, eran más, especialmente de Haití cuya participación en los anteriores Encuentros había sido casi inexistente. Estaban allí con presencia afirmativa, con el derecho a ser parte. Las haitianas fueron las que posicionaron la lengua como un obstáculo de comunicación; en una Latinoamérica hegemónicamente castellana en comunicación fluida desde siempre con el Caribe castellano, nunca se le planteó tan claramente al movimiento la barrera del lenguaje (salvo quizá en Beijing, donde de alguna forma siempre se encontró las posibilidades de traducción simultánea).
 
 

La posición de las haitianas conllevaba más que la barrera de la lengua: contenía también la barrera de la historia, la barrera de las formas de colonización, la barrera de los conflictos entre naciones, la barrera de ciudadanías nacionales que ya no dan cuenta de los nuevas dinámicas globales, como la de las migraciones, en un mundo globalizado. Barreras que expresan las grandes paradojas de fin de milenio, por ejemplo en el hecho que los capitales transitan y se instalan libremente a lo largo del planeta, sin nacionalidad fija, pero con protecciones fijas y transnacionales; y las personas sin embargo no. Parecería así que la riqueza es un asunto y una acumulación internacional, y la pobreza un asunto local. Por ello, pocos días antes, la migración haitiana había sido convertida en una "cuestión de estado" en la República Dominicana , expresada en una gran marcha en defensa de la "dominicaneidad" que puede significar muchas cosas, casi siempre ocultando un chauvinismo excluyente, de países, de continentes, de lenguas, razas y colores. La diversidad en sus aspectos mas democráticamente conflictivos se instala así en los feminismos de fin de siglo. La solidaridad del Encuentro todo con Haití, sus mujeres y su pueblo fue permanente, expresada claramente en la imponente marcha por las calles de Santo Domingo el 25 de noviembre, Día Contra la Violencia hacia la Mujer.
 
 

Las jóvenes con identidad organizada, abriendo puertas, conflictuando las miradas complacientes; impacientes por el derecho a su espacio, fueron otra de las nuevas presencias. Y con esa impaciencia es que se ha construido el movimiento, desde siempre. Las jóvenes, reconociendo el legado de las generaciones anteriores, buscan darle un sello propio, aquel de la época que les toca vivir. Son los reajustes, revisiones y enriquecimientos de lo que ya está instalado y que tiene que ser reinstalado en los nuevos imaginarios de las gentes. Y es que si las feministas de los 70 fuimos hijas de las grandes utopías revolucionarias, de las ansias de transformaciones totales, ellas son hijas del desencanto en la política, de las enormes potencialidades de la globalización, de democracia en neoliberalismo. Otros comienzan a ser sus parámetros. Así, asumen lo que Françoise Collin ha llamado la "herencia sin testamento": herederas de todo lo que las generaciones impulsoras de la segunda oleada feminista han logrado en la región, y al mismo tiempo afirmando claramente, en la práctica y en la reflexión, que "...tal herencia exige una iniciativa nueva de parte de aquellas que la reciben" (Françoise Collin, Especial de Fempress, noviembre 1999).
 

La presencia también activa y numerosa de la "diáspora" latinoamericana fue otro aporte enormemente enriquecedor . En ningún otro Encuentro habían estado tantas, ni tantas expresado su realidad, sus propuestas, sus identidades latinas mezcladas activamente con sus otros entornos, tan diversos, tan ajenos por momentos, recreando y trasmitiendo a partir de ellos, una nueva forma de pertenencia cultural latino-caribeña-global. "Transgresión de Fronteras" fue el título de uno de los talleres que expresó esta realidad.
 

Tres grandes ejes, organizados con una misma metodología en talleres simultáneos (El Feminismo frente a los viejos y nuevos modelos de dominación; El Feminismo como movimiento social; Perspectivas del Feminismo Latinoamericano y Caribeño), permitieron una inclusión más sistemática y una interacción entre viejas y nuevas presencias. Un taller de algunas "históricas", pero no sólo de ellas, (visto y comentado por algunas en los pasillos como el taller de las "expertas", las "institucionalizadas" ), intentó profundizar algunos de los "nudos" que han recorrido a los feminismos de fin de milenio. Hubo, sin embargo, temas recurrentes, compartidos de muchas formas y con diferentes énfasis, en todos los talleres ejes: el riesgo de la institucionalidad feminista, pero también sus logros, los riesgos de las negociaciones con lo público político desde agendas feministas desperfiladas, los liderazgos, las alianzas democráticas, los contenidos de las agendas feministas, todos ellos de urgente actualidad.
 

Hubo también un "programa alternativo" que abarcaba un conjunto de talleres, en las noches, alrededor de las acumulaciones específicas que son la riqueza de los feminismos en la región: salud, sanación pránica, sexualidad, violencia de género, lesbianismo, derechos de las mujeres, políticas públicas, recuperación de la memoria, investigaciones feministas, medio ambiente, Centros de documentación, literatura, arte, ¿racismo feminista? así, en interrogación. Y muchos talleres de medios de comunicación (con Radio Fire International haciendo además transmisiones directas, con imagen, desde Internet, conectando al Encuentro Regional con los feminismos locales, nacionales y globales ) .
 

El aborto, a través de la Campaña del 28 de setiembre también estuvo presente, en un amplio taller, evidenciando que nuevamente ha comenzado a instalarse en las estrategias feministas. Es cierto que siempre estuvo, pero desdibujado en los últimos años, por razones varias, entre ellas el haber priorizado otros aspectos más fácilmente negociables de las agendas feministas, debilitando de esta forma la posibilidad de instalarlo también en la sociedad.
 

Hubo, indudablemente, ausencias. No se remonta un trauma sin costos. La ausencia más clara fue la falta de discusión política colectiva. Las relatorías de los talleres no tuvieron espacio para su discusión y apropiación por todas, los matices y los desacuerdos flotaban por los pasillos, sin entrar a la escena. Probablemente no sea posible hacerlo en Encuentros que vuelven a ser masivos (aproximadamente 1.300 mujeres, casi tres veces más de las que asistieron al VII Encuentro de Cartagena).
 

Otra ausencia significativa fue que no hubo Beijing, ni Bejing más cinco, no porque no fuera importante: ya es, ya está encima (en dos meses será la Conferencia Regional de la CEPAL, en Lima y en Junio la Global, en Nueva York), sino porque el proceso de Beijing en la región, tan afirmativo, movilizador y audaz y también ambivalente y contradictorio - como muchas de las audacias que han emprendido los feminismos - se volvió gris, sujeto de violencia, fuente de polarización en Cartagena. Nadie quiso exponerse de nuevo, nadie quiso reeditar la agresión. Nadie quiso analizar los logros y las limitaciones que conllevó el proceso. Es, sin embargo, una ausencia que se sabe pendiente y es una discusión que va más allá de Beijing. No asumirla resta fuerza, porque no contribuye a posicionar una discusión política necesaria, sobre todo en un movimiento que ya se sabe plural, que se reconoce alimentado por diferentes discursos y estrategias, en conflicto pero también en acumulación. La tolerancia, tan preciada en este Encuentro en las playas de Juan Dolio puede convertirse en una trampa, cuando posterga su enriquecimiento político al posponer la urgente discusión de las consecuencias de su diversidad. La tolerancia puede ser el respeto activo de las diferencias o puede ser la forma pasiva que asume el desprecio sordo e intolerante de las otras estrategias. Retomarla como ganancia y no como negación, es uno de los grandes retos que tenemos.
 

Finalmente, la diversidad es nuestra riqueza y nuestro desafío. Sin pretender estar juntas, ni ser un "solo" movimiento, estas discusiones pendientes son también una oportunidad para aprender y mostrar que la democracia que estamos contribuyendo a construir como feministas, con algo tan potente como el respeto a las diferencias, es posible ponerla en la práctica. "No nos amamos pero nos necesitamos" sigue siendo un acierto ético de las feministas italianas (retomado por varias feministas latinoamericanas en el documento "Del amor a la necesidad" , elaborado en el IV Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe, en México, 1987). Tenemos tiempo, hasta el IX Encuentro Feminista, esta vez en Costa Rica, para ir confrontando y enriqueciendo nuestras búsquedas, ahora no sólo desde múltiples lugares y estrategias, sino con múltiples nuevas presencias, que perfilan los espacios discursivos y los contenidos feministas latino-caribeños del nuevo milenio.

 

Virginia Vargas