Artesana, Orfebre, Escultora
Agueda Dicancro

Cotidiano Mujer Nº36
Año 2001


Elena Fonseca

Águeda Dicancro tiene los dedos largos y finos. Los de la mano izquierda. Los de la derecha fueron víctimas de una caída con arrastre y arrebato. Ella, serena, aunque sabe bien el valor que esas dos herramientas tienen para la artesana, la orfebre, la escultora del vidrio, que todo eso es.

El taller de la calle Minas atrae, distrae, perturba. Son objetos "tocables", "usables", cotidianos, pero algo en ellos nos detiene de hacerlo; en el momento de cumplir el deseo se alejan del tacto y se alojan en la mente; es el momento en que se siente la turbulencia cercana de una obra de arte. Árboles con hojas de vidrio cortante, sillas con asientos también de vidrio, objetos transparentes, opacos, ocres, verdes. Y caminando entre ellos, una mujer amable, cuidada, sin rastros aparentes del fascinante infierno que debe habitar su cabeza. Tal vez con pocas ganas de hablar de lo que hace. Con toda razón. 
 

En la vida hay que hacer las cosas cuando uno quiere, cuando se tienen deseos y empuje, dice Águeda Dicancro que se graduó de ceramista en la Escuela de Artes Aplicadas de la UTU (Universidad del Trabajo del Uruguay) y dio clases en Escuelas Públicas dentro del Plan Estable que integra varias disciplinas. Luego entró al taller del escultor Eduardo Yepes un maestro que te daba la libertad total; si tenías algo para dar a él le bastaba, no importaba que estuvieras en primer año. Y cuenta cómo consiguió esa libertad, cuando al elegir una piedra para esculpir Yepes aceptó que la tallara, al enterarse, a través de su ayudante, que había sabido ver en ella lo mismo que él.

En 1964 gana una beca de la OEA y viaja a México. En mi vida las cosas se me han ido dando, no soy alguien que planifique demasiado, pero si uno le dedica la vida al trabajo, y ponés mucho esfuerzo en tu obra, se te van abriendo puertas diferentes. Y el hecho de poder comparar y discernir lo bueno de lo malo es muy importante para un artista; en México hice diseño industrial, estudié teoría del color y me metí a hacer esmalte sobre metales; siempre pensé que la gente tiene que prepararse mucho en todas las tareas, son cosas que te abren la cabeza; las becas en otros países – si son posibles – te permiten ver qué está haciendo otra gente...sino uno puede creerse genial y no saber que hay personas que trabajan muy bien en otros lados y que a veces pueden deslumbrarte. 

A su vuelta a Uruguay empieza a hacer orfebrería, joyas, especie de estructuras pequeñas que curiosamente eran – en otra escala – como reminiscencias de las cosas grandes que hace ahora. Luego ya no me alcanzó y cuando tuve el mayor de los éxitos con distinciones, premios, ventas, hice un viaje a los Estados Unidos invitada por María Luisa Torrens para participar en un seminario. A mi vuelta me di cuenta que ese potencial que yo tenía debía volcarlo en algo que estuviera más cerca de la vida de la gente y no en algo ornamental. Y así empecé con el vidrio, quería ponerle a las joyas algo transparente, que se trasluciera la piel en vez de poner piedras semipreciosas. En 1971 hice mi primera exposición fuerte en Amigos del Arte, puse vidrios en cajas, algo muy barroco que fui depurando a través del tiempo.

Águeda Dicancro vive de su trabajo artístico, proeza en cualquier parte del mundo, milagro en el Uruguay, fruto de su tenacidad, por supuesto de su creatividad y también, porqué no, de su disciplina económica. El trabajo con Artesanos Unidos, objetos utilitarios de vidrio de factura muy trabajada, le permitió, por ejemplo, comprarse el taller y poder dedicarse a la investigación y comenzar con sus instalaciones simbólicas.

En 1985, con la llegada de la democracia estábamos todos muy contentos, muy incentivados. Yo miraba las azoteas y veía volar las sábanas y pensaba qué libertad tienen porque las mueve el viento. Quise que fuera una obra abierta; hubo gente que dijo que era un homenaje a los pobres, otros hablaron de la libertad... si lo vieron así, ¡fantástico! Siempre me importó que hombres y mujeres sean libres en sus vidas, en sus trabajos, que quieran lo que están haciendo. Se refiere al "Tendedero de ropa" en vidrio blanco, con sábanas, hasta con camisetas o musculosas muy esquematizadas, obra enviada a la XVIII Bienal de San Pablo que trataba sobre la vida y las personas, sobre la libertad. Su obra fue también un homenaje a lo cotidiano. 

Es que la cosa de todos los días, la que vivimos a diario, una flor en un vaso, también puede ser una obra de arte. El arte se encuentra en las cosas de todos los días que van cambiando, que se van integrando; por suerte. Le doy gracias a Dios de los cambios que uno va teniendo, porque no se puede vivir en el pasado, hay que estar alerta con lo que pasa en este momento. Es el rastro del ser humano el que plasmamos en nuestra obra, hombres y mujeres que sufren por todo lo que esta sociedad nos está dando; y sacando.

Otra faceta de la obra de Águeda Dicancro es su inclusión en la arquitectura, tanto la pública como la privada, trabajando en equipo. Es algo muy lindo, lo primero es el diálogo con el propio arquitecto acerca de su proyecto, he aprendido mucho de los espacios con ellos y luego viene el tema de la integración; yo no quiero que mis objetos sean la "vedette", quiero que se asimilen a la arquitectura, que haya unidad y que todo sea convivible.

No trabaja con fuego directo, le da mucho miedo y moldea cualquier técnica en un horno eléctrico. A veces de un fracaso saco una nueva técnica, aunque no todo son felicidades; es como con la gente, nunca la podés conocer completamente, siempre hay sorpresas... Lo roto, por ejemplo, lo junto, a veces fracturo una imagen a propósito porque la separación provoca la diferencia. Ésta en particular – y señala una de su última exposición*- la hice enganchando lo separado, porque creo que la persona tiene siempre algo a lo que te podés enganchar; por más mal que te vaya siempre hay algo que puede curarte las heridas...El vidrio es mi pasión.

La obra espejada le interesa porque son como elementos vivos, a la mañana reflejan una cosa y a la tarde otra. Todo es fundamental, lo translúcido y lo que refleja; lo opaco, los arenados que se hacen a soplete dan una a veces una cosa cuando tienen volumen, pero depende de cuando tienen un color puro, depende también de las ganas, de las circunstancias, del momento.

No tiene TV cable, no quiere computadora, trabaja en soledad y en silencio más de catorce horas por día. Trabajo todo el día, hasta la noche, menos el domingo, claro, dice entre risas.