Cotidiano Nº 42

Marta Lamas

El sábado 4 de febrero murió Betty Friedan a los 85 años. Considerada una de las pioneras de la segunda ola feminista en Estados Unidos, se volvió famosa por su libro La mística de la feminidad. Publicado en 1963, ese análisis del “síndrome del ama de casa" se convertiría en el disparador que motivaría a cientos de miles de mujeres a una toma de conciencia feminista en los años setenta. Friedan analizó la profunda insatisfacción de las mujeres estadounidenses consigo mismas y con su vida, y cómo dicho descontento se traducía en diversas patologías autodestructivas: ansiedad, depresión, alcoholismo. Friedan concluyó que el hecho de que las mujeres no lograran su realización personal con el desempeño de sus papeles de esposas y madres era un problema "más grave para la salud física y mental de nuestro país que cualquier enfermedad conocida“.

Precisamente enfrentar ese problema "sin nombre" fue una de las tareas principales del incipiente movimiento feminista. Para Friedan, "la mística de la feminidad" era un problema político. Mientras los hombres estaban en el frente, durante la Segunda Guerra Mundial, las mujeres se habían incorporado masivamente al trabajo. Para que regresaran al hogar hubo que realizar un esfuerzo de comunicación y adoctrinamiento feroz. Pero el mensaje que identificaba mujer con madre y esposa clausuraba toda posibilidad de realización personal y culpabilizaba a aquellas mujeres que no eran felices viviendo dedicadas al hogar. El problema "sin nombre" era justamente la insatisfacción y la alienación que producía el aislamiento del ama de casa que, junto con horas enteras dedicadas a la limpieza del hogar, a lavar y planchar ropa, a preparar alimentos y lavar trastes, dejaba un sentimiento de vacío. Friedan planteó que una mujer "no debe sentirse egoísta o neurótica si quiere lograr sueños propios, que no sean los del esposo o los hijos". La frase: "una mujer debe poder decir, y sin sentirse culpable, ¿quién soy y qué quiero de la vida?" ayudó a muchísimas mujeres a replantear el sentido de sus vidas. Pese a ello, Friedan recibió duras críticas de distintos sectores del movimiento, pues su libro aludía sólo a las amas de casa blancas y de clase media.

Poco después, en 1966, Friedan contribuyó a fundar la que ha llegado a ser una de las organizaciones feministas más poderosas de Estados Unidos, y sin duda la máxima representante del feminismo liberal, la National Organization for Women (NOW). Como primera presidenta de NOW, Friedan hizo campañas a favor del aborto, la igualdad de salarios y las licencias por maternidad.

Sin embargo, fue muy criticada por las feministas radicales por su postura liberal, que postulaba reformar el sistema hasta lograr la igualdad entre los sexos. En 1998, quienes habían cuestionado duramente a Betty Friedan se llevaron una sorpresa al publicarse una biografía que la retrata como una radical, vinculada al Partido Comunista estadounidense, involucrada en una comprometida lucha obrera y en defensa de las personas afro americanas.

Daniel Horowitz, el autor, hace revelaciones sobre la líder feminista totalmente contradictorias con su imagen pública de reformista liberal. Los datos históricos de Horowitz perfilan la figura de una activista de izquierda, marxista, que aboga por la sindicalización de los trabajadores en el campus universitario de Smith College, en los años que estudió allí (1938-42). De Smith se gradúa con honores y pasa un año, de 1942 a 1943, haciendo un postgrado en sicología en Berkeley. Allí, además de trabajar con sus amigos, miembros activos del Partido Comunista, rechaza una espléndida beca de tres años para proseguir su carrera. A ella no le interesa la academia y se va a Nueva York como periodista de la Federated Press (FP), la agencia izquierdista de noticias en Estados Unidos. Desde ahí escribe reportajes denunciando el racismo, promoviendo el sindicalismo, exhibiendo el sexismo. En 1947 se casa con Carl Friedan, con quien tiene tres hijos. Sale despedida de FP, no queda claro si por sus posiciones pro soviéticas o por su embarazo, y se va a UE News, el boletín de noticias del sindicato de la United Electrical, Radio and Machine Workers. Este sindicato era de los más radicales en Estados Unidos, y desde ahí Friedan escribe extensamente sobre los problemas de desigualdad de la clase obrera y del racismo hacia las mujeres afro americanas. Ella arma varias publicaciones especiales entre 1952 y 1953, donde muestra cómo el Estados Unidos corporativo explota a las obreras y tiene prácticas discriminatorias con las personas afro americanas.

Después de dejar el UE News, despedida por su segundo embarazo, se inicia el período de su vida más cercano al de un ama de casa suburbana, de 1953 a 1962; claro que, como era de esperarse, Friedan fue atípica como ama de casa. Horowitz da testimonio de que siguió escribiendo artículos como “free lance", dio clases en la Universidad de New York y en la New School for Social Research, y estuvo muy activa en la política local de su comunidad. Esta información, totalmente desconocida por cuatro décadas, hace pensar que tal vez el silencio que Friedan guardó sobre su pasado radical fue una decisión estratégica, para no “contaminar” la lucha feminista con el estigma que el comunismo adquirió en Estados Unidos.

Me parece que precisamente esa faceta de su vida magnifica la memoria, ya monumental, de esta feminista emblemática del siglo XX.