Miradas y reflexiones 1

Cotidiano Nº 42

En el largo plazo, ¿cuál es el sentido y el rol de las nuevas formas de hacer política que se articulan alrededor del Foro Social Mundial? ¿Habrá en dichas formas un nuevo proyecto de superación del capitalismo, aunque embrionario? ¿O estos grandes encuentros internacionales no pasan de grandes festivales de crítica al neoliberalismo y de reunión – en este caso, placenteros y útiles – y de personas que insisten en mantener encendida la llama de la utopía, pero son incapaces de generar algo realmente nuevo? Es más: ¿se habrá agotado el papel del proceso del Foro Social Mundial en el momento en que en América Latina surgen gobiernos que enfrentan, al menos parcialmente, la lógica neoliberal (y llegan a esbozar alternativas a ella)? ¿Podrá su grandeza histórica resumirse al hecho de haber retomado la idea de un "otro mundo posible" justo cuando el pensamiento único estaba más fuerte? ¿Una vez pasada esta etapa deberíamos reconcentrar a las fuerzas sociales para "conquistar" el poder del Estado"?

El déficit teórico que nos disponemos enfrentar

Hace años que, de distintas maneras, estas cuestiones ocupan las mentes de las personas que participan del FSM. Aunque desde el inicio hubo esfuerzos por formular teorías sobre las nuevas prácticas que se articulan en los encuentros de Porto Alegre, está claro que sigue habiendo un gran déficit teórico. El mundo del Foro Social todavía no reflexiona sobre sí mismo de manera sistemática, lo cual limita las posibilidades de generalizar experiencias exitosas, percibir y corregir deficiencias, generar sinergias e, incluso, afirmar nuevas identidades. A mediados de 2003, el Ibase y la Fundación Rosa Luxemburgo construyeron la Agenda Postneoliberal – una pequeña contribución para superar este déficit. La iniciativa tuvo la forma de una serie de seminarios. Activistas e intelectuales vinculados(as) a los denominados "nuevos movimientos" fueron invitados(as) a reflexionar sobre ellos y debatirlos durante las ediciones del Foro Social o en otros encuentros de la sociedad civil. Hubo un seminario en 2003 y otros cinco en 2004. Por ellos pasaron docenas de ponentes. Parte de sus intervenciones han sido registradas en cerca de 30 textos, reunidos en el CD que acompaña esta edición1.

En 2005 el proyecto adquirió otra forma. En lugar de presentar sus opiniones públicamente, los(as) participantes fueron invitados(as) a dos encuentros en la ciudad de Río Bonito (en las faldas de la Sierra del Mar, estado de Rio de Janeiro) para profundizar los debates. El Foro Social Mundial continuó siendo un referente.


Examen de las cuestiones que inquietan al FSM

Activistas e intelectuales que aceptaban la propuesta del Ibase y la Fundación Rosa Luxemburgo se dispusieron a debatir, a lo largo de tres días, algunas de las cuestiones más inquietantes planteadas en el Foro: en la era de la globalización ¿Cómo se promueve la redistribución de la riqueza socialmente producida (escala planetaria) pero crecientemente concentrada?; ¿Cómo enfrentar la vacuidad de la política y reinventar la democracia, transformando las instituciones y, al mismo tiempo, actuando desde fuera?; ¿Cuáles son los caminos para superar la noción de "desarrollo" fuertemente marcada por la idea de que el ser humano es ajeno a la naturaleza y necesita "domeñarla"?; ¿Es posible crear patrones de consumo y producción cuyo objetivo sea garantizar una vida material y espiritualmente digna, en armonía con la naturaleza – y no una competencia sin cese entre empresas en pos de la mayor ganancia posible?; ¿Cómo articular el cambio social a la transformación individual, de manera a dar paso a formas más solidarias y menos posesivas de relación entre hombres y mujeres?

La dinámica de los trabajos se basó en la presentación, por cada participante, de tesis originales, sometidas al examen crítico de los demás. Algunas ponencias poseen versiones por escrito y fueron reunidas en el CD.
Naturalmente, en el curso de los debates surgieron puntos de vista ampliamente compartidos. Ellos fueron registrados por los facilitadores de los trabajos, Guacira de Oliveira, Ivo Lesbaupin y Nelson Delgado, y componen el texto principal de esta edición.

Cuando lo que queda por construir es prometedor

Aquí no se trata de indicar eventuales estrategias que unifiquen los "esfuerzos" de transformación social debatidos en el proceso FSM. Todo lo contrario. El aspecto más prometedor y revolucionario de la naciente cultura política planteada en Porto Alegre es el hecho de abrir camino hacia un nuevo proyecto de emancipación social – o, en otras palabras, hacia la superación de las relaciones capitalistas. Una de las marcas de esta propuesta es el cuestionamiento de las bases en que se apoyó, en el pasado, la formulación de "estrategias comunes".
La supuesta existencia de "sujetos principales" en la lucha por la transformación social es una de estas bases, que se afirmó como respuesta a algunas características centrales del capitalismo entre el siglo XVIII y la primera mitad del siglo XX: la producción concentrada en unidades cada vez mayores, el empleo de la coerción como principal método para domesticar a la clase trabajadora, la formación de un enorme ejército asalariado – en particular los(as) obreros(as). Hoy sabemos que este escenario corresponde a una fase específica de la historia del capitalismo y no a la naturaleza del sistema.

Aun con todo, pese a las intensas disputas internas, en los movimientos de resistencia por largo tiempo fue hegemónica la tendencia que creaba una jerarquía permanente entre los sujetos favorables a la transformación. Debido a su condición "objetiva", la clase obrera era la vanguardia natural. Además de subestimar otros sujetos, en el fondo esta fórmula menoscababa la voluntad transformadora de la supuesta "vanguardia". Su rebeldía no era considerada una opción sino, principalmente, un reflejo de las condiciones a las que estaba sometida. Es como si fuera el actor de un guión predeterminado a quien no cabía creatividad sino actuar conforme un papel trazado por la historia.

Además de un sujeto especial, la tradición prevaleciente el siglo XX priorizó la "conquista" del poder de Estado tanto en la vertiente "revolucionaria" cuanto en la "reformista" –, que era la puerta de entrada para los cambios en la sociedad. Aunque fueran importantes, las luchas sociales cotidianas eran valoradas principalmente porque permitían "acumular fuerzas" para el momento en que un nuevo bloque social asumiera (mediante la revolución o las elecciones) el control de las palancas estatales que tenía capacidad para reproducir o destruir el viejo sistema.

En el pasado, una visión simplificadora del capitalismo

Pasados dos siglos, se hizo evidente la insuficiencia de este diseño teórico basado en oposiciones al capitalismo demasiado simplificadas (clase obrera versus burguesía, poder para los partidos de las mayorías versus plutocracia).Jamás se rompió el paradigma racionalista/cientificista de "progreso", el cual percibe la naturaleza como una fuerza hostil que es preciso domeñar, destruir o reducir a la condición de recursos y mercancía. En consecuencia, terribles tragedias ambientales ocurrieron y siguen ocurriendo.

Aunque en algunos casos (sobretodo en la tradición soviética) hubo la tendencia a una mayor igualdad al acceso a las riquezas, no se rompió el verticalismo en las relaciones sociales ni se gestaron formas creativas y democráticas de producción y reproducción de la vida social. En los países capitalistas, el control social ejercido a través de la concentración de los medios de producción en manos de una pequeña minoría pasó a ser ejercido por el Estado, otro mecanismo que enajena (separa) el hacer del poder.
Se consideraron subalternos los movimientos que enfrentaron la dominación social con miras a otras relaciones de poder, además del pago de sueldos (ejemplo clásico de ello es el feminismo). La solución para las cuestiones que proponían era percibida como algo que ocurriría de manera casi automática, después de la supuesta "transformación esencial". Se habló del "hombre nuevo (más que del ser humano)". Pero no se buscó crear condiciones para que surgieran individuos autónomos, creativos, capaces de afirmar sus individualidades y, al mismo tiempo, de percibir que ésta sólo es posible como una contribución original a una red de relaciones sociales que va más allá de cada individuo.

Con los nuevos movimientos, otros valores y prácticas

Sería ocioso enumerar todas las deficiencias. Más importante que eso es percibir el aspecto positivo y, por ende, transformador: la cultura política naciente sostiene un diálogo con estas cuestiones. Debido a sus prácticas, una multiplicidad de nuevos sujetos sociales están en movimiento y atentos a estos temas. A diferencia de lo que ocurría hace un par de décadas, las discusiones ya no se limitan a los círculos académicos y a las escuelas de pensamiento alternativas.
Hace tiempo los movimientos ambientalistas incorporaron la crítica al productivismo y al cientificismo, y no son los únicos. Crece el número de movimientos y personas que rechazan algunos de los símbolos más sagrados de este paradigma. En la vida cotidiana, ello se expresa en el desprecio por los coches y los productos desechables. Pero también crece la contestación a la creencia de que la ciencia es siempre liberatoria. Algunas señales de eso: los movimientos que defienden patrones éticos en la investigación científica rechazan la mercantilización del saber (buscando alternativas a las patentes) y denuncian los abusos contra los animales en los procedimientos científicos.

La enorme diversidad de sectores en el FSM y el establecimiento de relaciones no jerárquicas entre ellos indican que la idea de sujetos principales es firmemente cuestionada. Más bien: el Foro ha sido capaz de albergar tanto la diversidad cuanto la identificación de la mayoría de sus participantes con valores comunes, cuyo carácter es profundamente antisistémico.

Embriones de otros sistemas en los temas emergentes

Entre dichos valores se encuentra la idea de que es necesario organizar a la sociedad según la lógica de que la dignidad humana y los derechos sociales deben prevalecer sobre los ímpetus de lucro; de que la noción de bien común se sobrepone a la de propiedad privada; de que se debe detener y subvertir la mercantilización de la vida; de que la solidaridad es un valor precioso. ¿No estarán ahí las poderosas semillas de la lucha por un nuevo mundo, en el momento en que uno de los objetivos centrales del capitalismo es transformar en mercancía al mayor número posible de relaciones sociales?

La idea de la reinvención de la democracia es cada vez más evidente en el programa auto-organizado del FSM. Se valorizan los mecanismos institucionales (como los Presupuestos Participativos) y los no institucionales (como la creación permanente de contrapoderes para controlar, restringir y fiscalizar al poder instituido). ¿Podría haber un indicio más estimulante, justo cuando las instituciones multilaterales conforman un gobierno mundial oculto, en el que el capital financiero busca anteponerse a los ciudadanos y ciudadanas y a las propias formas "democráticas" de poder? Se defiende la cultura de paz en el momento en que el Imperio busca organizar las relaciones internacionales con base en la ley del más fuerte y emplea la "lucha contra el terrorismo" como pretexto para limitar las libertades, establecer el espionaje y envenenar las relaciones sociales, confrontando a los grupos étnicos entre sí.

Esas nuevas prácticas y este posible embrión de una nueva concepción emancipadora no son ajenos a la necesidad de coordinar esfuerzos alrededor de ciertos temas en determinados momentos, lo que implica optar. El 15 de febrero de 2003, en el II FSM, se articuló informalmente la mayor manifestación social de años recientes en contra de la invasión de Iraq. En Porto Alegre y en Mumbai surgieron campañas internacionales vigorosas: en contra de las deudas financieras, la OMC, los tratados de "libre" comercio, por un mundo que "no esté en venta" y muchas otras.
Pero esa nueva cultura política no parece dispuesta a renunciar al horizontalismo: valora todos los sujetos, rechaza a las "mayorías" ocasionales que causan constreñimientos, posee la seguridad de que todas las adhesiones a cualquier campaña, estrategia o táctica son voluntarias y deben ser constantemente negociadas.

La representación está en crisis. Cambiar el mundo es una acción cotidiana

Antes que nada, nadie parece estar dispuesto/a a delegar su deseo y su disposición de cambiar el mundo. Política es algo que se hace todos los días, mediante opciones y actos autónomos. La transformación no puede ser transferida a un agente político externo, aunque éste sea muy bien intencionado. Por eso se multiplican los movimientos que buscan articular la utopía a la acción concreta y pragmática. Si deseamos nuevas condiciones de intercambio en el comercio internacional, ¿por qué no empezar ahora, escogiendo los productos de la economía solidaria y comprometida con la preservación ambiental? Si condenamos la fosilización de las relaciones afectivas, ¿por qué no establecer, en la práctica, nuevas formas de familia? Si queremos rebasar la fase del trabajo a sueldo, ¿qué tal empezar ocupando fábricas abandonadas y establecer nuevas relaciones de producción internas y con el mundo?

Eso no significa que la transformación social deba limitarse a los pequeños gestos, que su ámbito no pueda rebasar lo local, que los intentos por coordinar nuestras acciones sean contraproducentes. La oportunidad para ello vendrá, siempre que se trate de una necesidad sentida por todos y que no implique reconstituir, al interior del Foro Social Mundial, las viejas relaciones de poder y enajenación.

La construcción teórica será cada vez más importante en este doble esfuerzo por mantener las conquistas alcanzadas y seguir adelante, tornando el discurso de lo nuevo cada vez más efectivo. Como parte de este movimiento, la Agenda Postneoliberal se alegra de presentar el producto de su trabajo al mundo del Foro Social Mundial.

1º Agenda Postneoliberal 2003-2005. Publicación de IBASE, Río de Janeiro, 2006.