Globalización, sociedad civil y desarrollo humano

Lilian Celiberti

En torno a la globalización se plantean tres debates o perspectivas centrales: ¿es un fenómeno nuevo o viejo? ¿tiene aspectos positivos y negativos? ¿qué cambios en la sociedad produce?
En relación a estas interrogantes se distinguen corrientes teóricas y políticas que nos colocan al decir de Melucci en una situación paradójica, "ya que no podemos menos que pensar la sociedad desde los marcos de la modernidad, mientras simultáneamente padecemos la incomodidad conceptual y práctica al aplicar constantemente el lenguaje y las categorías de la modernidad a fenómenos que se prestan cada vez menos a ser interpretados con esas categorías" (Melucci 2001, pp. 27)

Los debates implicados tanto en la idea de continuidad o en la de discontinuidad (posmodernismo) son para este autor, reveladores de la imposibilidad actual de superar el horizonte de la modernidad. Sin embargo, resulta de fundamental importancia analizar lo que hay de nuevo en la situación actual del mundo global. Para este autor la diferencia sustantiva radica en la "capacidad de autodestrucción producida socialmente que hace que la existencia social no tiene ya ningún fundamento fuera de sí misma. Desde el momento en que se ha producido socialmente el poder de autodestrucción, la supervivencia de lo social y su misma creación dependen de la propia sociedad". (Melucci 2001 pp 29)

Es así que "todo lo que podemos proyectar hacia el futuro está presente ya en el interior de las relaciones sociales, en los intercambios, en la capacidad de representación, de decisión y de imaginación que estas relaciones hacen posible". Ello implica reconocer con mayor rigor los riesgos pero también las potencialidades de estos procesos en curso.

¿Cómo pensar la globalización?

Al analizar la "globalización" encontraremos una constelación de sentidos y de procesos involucrados, aún cuando en general tiene la apariencia de definir un único fenómeno, que alude a los aspectos económicos en tanto intensificación de la trasnacionalización de mercados financieros y producción de bienes y servicios, con la emergencia sin precedentes de las empresas trasnacionales como actoras internacionales. Sin embargo, aún pensando en las empresas trasnacionales como actoras privilegiadas del orden mundial actual, éstas, están lejos de ser un mero producto económico (Hard y Negri) ya que estructuran los procesos de trabajo, definen los niveles de competitividad y estructuran nuevas relaciones con los territorios, regiones, países.

Tal vez por ello, hablar de globalizaciones en plural como propone Boaventura de Souza permite desarrollar un esquema analítico que aborda a la vez, las dimensiones sociales, políticas y culturales. Aquello que llamamos comúnmente globalización, sería para este autor, la expresión del éxito de un determinado localismo. No existe por tanto una condición global que no tenga una raíz local, una inmersión cultural específica. La globalización, en este sentido, presupone la localización. Identificado un determinado proceso "globalizador" debe analizarse concomitantemente, el proceso de re-localización que sucede simultáneamente o secuencialmente. Un ejemplo de este doble proceso lo constituye el uso de la lengua inglesa como idioma "global" que produce simultáneamente la re-localización de otros idiomas como meramente locales.
Los campesinos de Bolivia, Perú o Colombia, que viven del cultivo de la coca, dice de Souza, contribuyen poderosamente a los procesos de globalización y al desarrollo de una cultura mundial de la droga, pero permanecen prisioneros de su tiempo y espacio, local.

Esta segunda forma de globalización que de Sousa llama globalismo localizado se vincula al impacto específico de prácticas e imperativos transnacionales a las condiciones locales: zonas de libre comercio, destrucción de recursos naturales para pago de deuda, deforestación, uso turístico de tesoros históricos, dumping ecológico (compra de residuos tóxicos para generar divisas), transformación de la agricultura de subsistencia en agrobisness, etnicización del lugar de trabajo.

La expansión del turismo durante las últimas décadas se ha convertido en una estrategia central de ciudades, regiones y países enteros que desarrollan paralelamente una particular "industria del ocio" donde según la economista Saskia Sassen se ubica la "industria del sexo" y la nueva cartografía de la subsistencia ejercida por trabajadores migrantes y mujeres de países con altas tasas de desempleo y de pobreza.

Esta trama de "globalismos localizados" y "localismos globalizados" hace complejo el abordaje de la "globalización", palabra que convoca a debates antagónicos entre quienes se definen "no global" y quienes rescatan algunos aspectos que la globalización hace posible y proponen el desarrollo de una globalización alternativa o una globalización construida desde "abajo".

La complejidad y desigual desarrollo de las dimensiones implicadas han producido nuevos riesgos, nuevos conflictos, nuevas exclusiones, y es a la vez el clima que impulsa el surgimiento de nuevas subjetividades, nuevas identidades y nuevos actores sociales que buscan concretar y ampliar nuevos derechos. Se abren por una parte, inesperados horizontes, al mismo tiempo que se profundizan nuevas y crecientes dinámicas de exclusión, dominadas por las lógicas del mercado, legitimadas en nuevas formas de poder, simbólico y cultural. (Vargas 2002).

Como dice García Canclini "El horizonte mundializado cambió a las naciones, los mercados y los medios. Ni siquiera se mueve en un único sentido porque la globalización es multivalente; incluye negocios especulativos y también migraciones multitudinarias, intercambios fluidos, mayor penuria económica, pero a la vez juicios internacionales por violación de los derechos humanos".

En efecto, cada vez más, nos sentimos parte del mundo, compartimos la misma estética, la misma moda; la información, y el mercado global eliminan el tiempo y la distancia. Parece instalarse un cierto campo común (al menos para el mundo occidental), de igualación ciudadana mundial, en el mismo momento que se produce un sentimiento de ajenidad, de brutal expropiación de un ámbito de reconocimiento individual y colectivo.


Nuevos imaginarios, nuevas subjetividades

Nos interesa analizar la forma en que ciertas lógicas de las políticas neoliberales y de los paradigmas de liberalización comercial y financiera han impactado los imaginarios colectivos y culturales de las sociedades latinoamericanas.

Las lógicas del mercado, uno de los ejes centrales de las políticas neoliberales, "es un principio organizativo de la vida social, implica un proyecto cultural en la medida en que propone un cambio deliberado de las prácticas y representaciones de la convivencia" (Lechner pp. 49 2003).
La "sociedad del consumo" aparece como un eje articulador del imaginario social. Consumir o desear consumir, nos hace "ser parte", establece un hilo que a la vez integra y excluye, define nuevas fronteras sociales, miedos y amenazas. En el contexto de desregulación y flexibilización laboral, la sociedad del trabajo pasa a un segundo plano frente a la sociedad del consumo y modifica profundamente la propia idea de lo colectivo. Para Lechner, "el imaginario del mercado y del consumo refuerza la autoimagen del individuo autónomo, al mismo tiempo que socava la autoridad normativa de padres e iglesias y el rol de la educación escolar en la conformación y trasmisión de un acervo cultural compartido".

En este campo, se han generado cambios notables en las dimensiones reproductivas y sexuales y las instituciones que las consagran; creciente debilitamiento de la familia nuclear, un sostenido reconocimiento de las prácticas que generan nuevos tipos de familia.(Guzmán, 2001). "Se transforman las subjetividades sociales y se amplían los espacios y sitios de transformación: la política ya no es percibida solo en los espacios formales, ni su legitimidad se ve obtenida solo por el voto o la representación, sino que se expande hacia espacios cada vez más importantes para ciudadanos y ciudadanas: la vida cotidiana por un lado y los sistemas globalizados, por otro. (Giddens, 1996, Guzmán, 2001). Ello tiene impactos en las ciudadanías, abriendo nuevos contenidos, multiplicando derechos antes no considerados" (Vargas 2002).

Las formas en las que se produce lo que Lechner define como "interiorización de la globalización" incluye una importante dimensión cultural y subjetiva y se entreteje con uno de los cambios más impactantes y ambivalentes de los procesos de globalización: la individuación, la emergencia del individuo, el debilitamiento de los vínculos colectivos y por ende una mayor distancia con el sistema de organización política, la representación y la participación social. Mientras la libertad individual se expande por encima de convenciones tradicionales propiciendo el reconocimiento y la emergencia de nuevas voces y derechos; ello se da en el contexto de acelerados procesos de fragmentación social y exclusión. De tal forma que la búsqueda de "reconocimiento" de nuevas voces y derechos se plantea en un contexto de privatización de las conductas sociales, "la experiencia individual se convierte en el lugar de la acción social, bien como espacio del control y de la manipulación, bien como potencial de autonomía y de autorrealización." (Melucci 2001, pp 33)

Los medios masivos de comunicación y en general las nuevas tecnologías comunicacionales introducen cambios en los mapas cognitivos que usamos para interpretar, clasificar y ordenar, la experiencia. El grado en que un medio sirve para modificar las relaciones sociotemporales no depende primordialmente del contenido de los mensajes sino de sus formas y sus modos de reproducción (Giddens). La mediatización de la experiencia que supone los medios de comunicación electrónica acelera esta separación.

Estos múltiples y ambivalentes procesos generan actitudes defensivas, mayor individualismo, creciente fragmentación, resurgimiento de fuertes políticas identatarias, además de varias formas de balcanización y fundamentalismo (DAWN, 2001, Marchand y Sisson, 2001). Pero también ha generado una ampliación de los horizontes de transformación de los movimientos sociales (lo cotidiano, lo global) y nuevas formas de resistencia. La globalización misma aparece entonces como un "terreno de disputa", donde se asientan nuevas exigencias y retos, y se construyen nuevas identidades globales que cuestionan la lógica misma de la globalización neoliberal.

Sin embargo, como afirma Held, es necesario considerar que "No hay una fuente global de memoria común; no existe un modo de pensar global; ni una " historia universal" en y a través de la cual, las personas puedan unirse. Sólo existe un conjunto muy complejo de sistemas políticos a través del cual toda nueva conciencia global debe luchar por sobrevivir. (...) Toda evidencia nos indica claramente la persistencia de una pluralidad de marcos de significados y referencias políticas- no una historia política universal en gestación:" Held 1997, pp158). Esta pluralidad de marcos y significados se traslada también a la acción política de los movimientos sociales, en una simultaneidad de escalas desde lo micro, lo local y lo global, planteando nuevos desafíos organizativos y políticos.


Escenario de múltiples actores

Cuanto más se expande el espacio de la experiencia social, más se multiplican los significados. Esta pluralización del sentido y de las pertenencias es uno de los nuevos componentes de las cartografías actuales.

Las voces de diferentes actores dan una particular fisonomía al paisaje político actual. Movimientos de diferente signo y con diferentes universos y utopías entrecruzan miradas y en el mejor de los casos algunos diálogos. En este contexto, todo esfuerzo de gestión democrática debe estar dirigido a aumentar los actores que participan y deciden acerca de las prioridades de gestión, legislativas o de gobierno.

Entre los diferentes movimientos sociales y entre diferentes actores/as políticos, existe un escaso reconocimiento mutuo. El reconocimiento del otro/otra como actor/a de la construcción de un espacio democrático no está fuera de relaciones jerárquicas de poder construidas socialmente, ni de la tensión inherente a la definición del "nosotros - otros".

Las experiencias sociales colocan en diálogo pero también en conflicto a las luchas anticapitalistas, feministas, ecologistas, indígenas y antidiscriminatorias. La diversificación de experiencias, sensibilidades y diversidades nos colocan frente al riesgo de aumentar la fragmentación si los diferentes sentidos conferidos a la acción no entran en diálogo y comunicación. En la medida que la desigualdad de poder entre l@s diferentes actores es parte constitutiva de las relaciones sociales, es fácil encontrar más puntos de conflicto que de articulación.
La idea misma de universalidad de los derechos se ve sometida a un continuo debate práctico, estratégico y político. Para Judith Butler "no sólo no puede haber una noción operativa de la universalidad que no asuma los riesgos de la traducción sino que el propio reclamo de universalidad está ligado a varios escenarios sintácticos dentro de la cultura, que hacen imposible separar lo formal de los rasgos culturales de todo reclamo universalista. Ambos, la forma y el contenido de la universalidad, son muy discutidos y no pueden ser articulados fuera del escenario de su controversia".

La creación de identidades políticas como ciudadan@s depende de una forma colectiva de identificación entre las exigencias democráticas que se encuentran en una variedad de movimientos, mujeres, negros, trabajadores, identidades sexuales, ecologistas. La construcción de un "nosotros" con cadena de equivalencias en sus demandas como dice Chantal Mouffe supone reconocer que un concepto de democracia inclusiva debe articular esta diversidad de subjetividades sin hacer predominar unas sobre otras. No se trata de una mera alianza entre diferentes intereses, sino de cómo modificar la identidad misma de estas fuerzas, "si el tejido social está compuesto por una red de relaciones diferenciadas y una pluralidad de intereses, el logro de la unidad sólo puede ser el resultado de intercambios, de comunicaciones y mediaciones." (Melucci 2001 pp 47)

Al definir la "teoría de la traducción", tanto Butler como de Souza Santos, proponen un procedimiento que no atribuye a ningún conjunto de experiencias el estatuto de totalidad y de homogeneidad, y concibe el trabajo político como la posibilidad de establecer nuevas relaciones en diálogo, sin canibalización de unas prácticas sobre otras, de unos sujetos sobre otros.
Democratizar la democracia es una tarea que requiere de miles de iniciativas que van desde los ámbitos de reproducción y afectividad, la comunidad y la arquitectura internacional y las instituciones políticas progresistas no son ajenas a la demanda de mayor transparencia, democracia, participación, decisión, creatividad e imaginación para validar su acción.
Las nuevas subjetividades plantean también nuevas exigencias democráticas tanto en el plano institucional como en el político y social.

¿Qué tipo de Estado puede superar los vicios populistas, colonialistas y excluyentes? ¿Cómo controlar las fuerzas arbitrarias del mercado? No se trata de suplantar un pensamiento único por otro, abrir espacios para las interrogantes resulta crucial. Debemos con todo recuperar algunas de las dimensiones radicales de las reformas democráticas liberales, como la concepción de lo público como espacio laico en la vida política, distanciándola de influencias privadas, para reconceptualizar la igualdad.

Los nuevos contextos y espacios abiertos constituyen una apertura a nuevas posibilidades para realimentar paradigmas, en los que la clase, la etnia, el género, la edad y muchas otras categorías sean ejes válidos y reconocibles de diferenciación mas no de desigualdad, entrando en intersección e interacción entre sí para construir nuestras subjetividades, acordes con los nuevos tiempos.

Las alianzas entre las diferentes corrientes y agendas feministas podrían articularse en torno a cómo transformar el debate global sobre las alternativas en un debate de "equivalencias de demandas" y las múltiples estrategias a desplegar para enfrentar tres desafíos básicos desde mi punto de vista. ¿Cómo eludir la encrucijada, en que las "urgencias de las crisis" particularmente la financiera, parece colocar en un lugar secundario las consideraciones de género y su estrecha relación con la economía? ¿Cómo hacer de la cultura de derechos un campo de praxis política? ¿Cómo introducir en los debates actuales la dimensión corporal y sexual de la diferencia?

Las agendas feministas convocan al desarrollo de nuevos paradigmas, combinando lo local, lo nacional y lo global, la interconexión de múltiples agendas y la oportunidad de colocar en debate una dimensión más profunda de la justicia que integre la justicia económica, social, cultural y simbólica. Pero que también coloque en debate las formas de hacer política de los propios movimientos sociales.

Estas interacciones múltiples entre los movimientos sociales podrían implicar algo más que alianzas puntuales o acciones de denuncia y de hecho contribuyen a cambiar los sentidos comunes de las sociedades. Sin embargo, asistimos a una creciente proliferación de demandas, centradas en objetivos particulares, que si bien crean potencialmente la posibilidad de ampliar "las cadenas de equivalencia" para desarrollar sociedades más domocráticas y justas, esto no es solo un acto voluntarista, supone necesariamente profundizar el trabajo político y de interacción y "traducción" entre las diferentes lógicas de los movimientos.

Como expresa Boaventura de Souza "Es necesario recorrer un camino de debate, de confluencia de experiencias y de reconocimiento de las nuevas formas de sociabilidad, de nuevas subjetividades emancipatorias, de nuevas culturas políticas para poder "reinventar un mapa emancipatorio que no se convierta gradualmente en un nuevo mapa regulatorio" y reinventar una subjetividad individual y colectiva capaz de usar y querer usar ese mapa"como "el camino para delinear un trayecto progresista a través de una doble transición, epistemológica por un lado y societal por otro". ( de Sousa Santos, 2000, p. 330).
El movimiento feminista desde su pluralidad y diversidad ha contribuido a crear nuevas formas de sociabilidad, y nuevas subjetividades politizando la sexualidad y el cuerpo como campo político. Estas búsquedas han abierto un campo inacabado de experimentación política para "reinventar un mapa emancipatorio" de caminos múltiples y de muchas voces y experiencias.


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