"Mi habitación, mi celda"
Lilián Celiberti
Lucy Garrido

LA GUERRA DE LOS COLORES
 

En cada reestructura te separaban de compañeras con las que habías compartido muchas cosas. En mayo del 82 hacen otra y me trasladan al sector B, que se ubicaba en lo que antiguamente era una capilla. Es, de los lugares del edificio, el único que no tiene celdas. Las cuchetas se ubicaban a los lados y tenía un baño grande con varias duchas que constituía su mayor lujo. En la parte superior había una ventana que daba a la pieza de guardia de las soldados, puesto de permanente observación que hacía que nos sintiéramos como en una pecera, y así lo bautizamos. Para mirar por las ventanas y saludar a las compañeras de otros sectores en el patio de recreo, teníamos que pararnos en las cuchetas en puntas de pie. Lavar la ropa nos posibilitaba hablar con la mano con el sector de arriba. Este momento marca un salto cualitativo en la resistencia dentro del penal. Las respuestas se colectivizan y el romper la incomunicación pasa a ser uno de los aspectos centrales.

Para vos debió haber sido bastante difícil acomodarte al lenguaje mudo ¿no? ¿O con tal de hablar aprendiste enseguida?

Aprendí volando.

¿Y así como así permitían que se comunicaran?

El año anterior se había dado "la política de los calabozos masivos", que hizo que siempre estuvieran llenos sin que siquiera se contemplara a las enfermas. Fue un período de sanciones permanentes y largas que determinó muchas veces que en un sector de 30 compañeras sólo 5 ó 6 pudieran bajar al recreo durante varias semanas. Esta situación se va a mantener casi hasta el final. Muchas de nosotras nos quedamos sin recreo durante 6 ó 7 meses por sanciones que se acumulaban. Casi siempre eran por las mismas cosas, por saludar, por comunicarse, por no dar cumplimiento a una orden. En realidad los hechos importaban bien poco.

En ese sector estoy tres meses y luego me llevan al calabozo por 20 días, no recuerdo bien por qué. Cuando regreso festejábamos el cumpleaños de Rita Ibarburu, que coincidía con el aniversario del PCU.

¿ Cómo se festejaban los cumpleaños?

Al primer llamado se formaba el coro de voces todavía dormidas para rodear ala homenajeada con Las mañanitas del Rey David; después se abrían las rejas y llegaban las de las otras celdas. Se entregaban los regalos, algún hueso con vertido en anillo o colgante, una bufanda, un bordado. Se improvisaba la torta con galletita molida, merengue y dulce de leche y de tarde se armaba la reunión para la cantarola. A veces se preparaban cosas especiales, una representación, un sketch, una murga. Los pequeños regalos, las "afectividades", expresaban muchas cosas para quien las daba y quien las recibía y se convertían en fetiches importantes en el reducido equipaje de cada una.

En medio de la fiesta que habíamos preparado para Rita, entran los oficiales de granaderos (desde el 80, encargados de los sectores) y nos sacan a la enfermería a todas para requisamos las cosas. Mientras, hacíamos apuestas para ver a quién enviaban esta vez al calabozo. Una hora después nos llaman a una compañera y a mí y nos comunican una sanción de veinte días por cantar canciones subversivas. En ese momento no me lo esperaba porque recién había salido del otro: lo arbitrario genera mayor impotencia.

A esa altura estaba preparada para llevar aguja e hilo escondidos en los dobladillos del saco, y varios pañuelos para poder bordar. Ese calabozo fue bastante movido. Como se paraba en la cama para poder alcanzar la ventanita que le permitía ver los recreos del patio, la cambian de celda a una sin tarima y ella se niega a entrar, exigiendo al menos una silla. El oficial pone la silla en la celda y, como si se tratase de un juego, cuando ella entra, la retira y le comunica veinte días más de sanción por no dar cumplimiento a las órdenes. Está en el calabozo sin tener dónde sentarse y sólo de noche le entregan el colchón para dormir pero... si "El que fue a Sevilla perdió..." ahora, con la celda desierta, tiene todo el calabozo para caminar, y cuando los soldados observan por la mirilla no la encuentran y "Párese, 590!", pero él no sabe si esta parada; "Frente a la puerta, 590!!", pero no ve a nadie; "Conteste, 590!!!". y ella callada, calladita. Le comunican que será procesada por desacato.

Sanción tras sanción, termina diciembre y otra vez a perderse los paquetes de Fin de Año y el escabio hecho con frutas (celosamente escondido de las requisas) y las murgas y las tortas hechas con galletitas y dulce de leche, y los cantos... Los cantos no: Elisa, calabozo por medio, entona a las 12 de la noche en punto del 31, Vientos del Pueblo de Miguel Hernández.

La represión interna se había acentuado pero también la actitud de repuesta de las presas y cada vez eran más las irreverencias que acompañaban el proceso promisorio que, afuera, estaba viviendo el país. Los familiares estaban más entusiasmados y contaban de las acciones de la resistencia, de los artículos de la prensa opositora, del frente antidictatorial y de la esperanza. Las presas acompañaban como podían. Diciendo NO, por ejemplo.

Como los NO que decía Alicia Troglio, que nunca les firmó el acta de procesamiento. Había estado presa en 1972 durante varios meses y el juez militar le había decretado la libertad encontrándola inocente. Años después la llevaron a Punta de Rieles, reabriendo el mismo expediente cuando ya era "Cosa juzgada", y en eso se basaba Alicia para decir que "No. No les firmo nada".

Irreverente y firme Alicia, con poco bagaje teórico pero con mucha dignidad, aunque para algunas compañeras no valiera la pena "Tanto defender la firma, Alicia, si la dictadura no va a caer por eso y con firma o sin ella, presa estás igual". Pero a Alicia la llevaban al juez y, como no firmaba, la reprocesaban por desacato; de ahí dos meses al calabozo "Para que se ablande" y otra vez al juez que volvía a escuchar el "No. No les firmo nada". Que Alicia decía cada vez más fuerte, yendo de desacato en desacato, de calabozo en calabozo, irreverente, firme y digna, Alicia.

¿Cómo eran las requisas? ¿Se hacían más por el interés de encontrar algo especial o por recrear el clima represivo, no fuera que alguna se hubiera olvidado de dónde estaba?

Eran un mecanismo represivo más, que variaba en intensidad y envergadura según los momentos. En algunas oportunidades servía para poner micrófonos y sacar una serie de instrumentos de trabajo de elaboración casera y las guitarras o las cosas de color rojo (a las que tenían particular aversión).En otras oportunidades eran el destrozo de tus cosas personales, desaparecían las fotos familiares y los tapices que estabas haciendo. Eran siempre un daño y una agresión. En el 81 recuerdo una requisa del sector A. Cuando volvimos a las celdas no sabíamos por dónde empezar: yerba encima de la ropa, destrozo de materiales y el parlante a todo volumen con la canción Disculpe.

El odio al rojo les venía por el significado que tenía para nosotras. Una vez se dio una situación muy cómica:

cuando ya quedaban pocas cosas de color rojo (incluso requisaban bombachas que tuvieran ese color, se daba la paradoja que los ponchos verdes del ejército estaban forrados con un paño rojo, y nosotras el 1 de Mayo colgamos en las cuerdas de la ropa los ponchos de ese lado. En el correr del día se dio una guerrilla de colores: las soldadas bajaban a la cuerda y daban vuelta los ponchos del lado verde; las compañeras de los distintos sectores, al finalizar su recreo, volvían a las cuerdas y los ponían del lado rojo, y así sucesivamente. Desde el sector observábamos los movimientos y cuando ganaba el rojo todas aplaudíamos y nos azoraba el juego tonto al que ellos también se sometían. Es que estaban tan metidos en nuestras vidas que quedaban entrampados.

Dos mundos de mujeres se miraban a través de las rejas. Nosotras y las PMF. El cuerpo de soldadas se había creado en 1973, antes del golpe militar y se caracterizó siempre por la homogeneidad de sus conductas y el estricto cumplimiento de las órdenes que los oficiales les impartían amén de una dosis personal de cierto sadismo que les servía para ascender.

Mientras con los soldados hombres, en los cuarteles, era posible establecer un diálogo y hasta entonces encontrar conductas de solidaridad o compasión, con el cuerpo de PMF resultaba imposible. Como cuerpo especial, destinado al control diario de nuestras conductas, ellas se alimentaban o justificaban, en el odio a nosotras como "enemigas de la patria

La necesidad de agradar a sus superiores y el sometimiento al orden establecido afianzaba la subordinación histórica que como mujeres padecían.

Estas mujeres parecían poseer un modo particular de ejercer la violencia, la vejación psicológica y la humillación. Tal vez la pertenencia de género y esa experiencia vital tan ligada a lo "privado" les daba la capacidad inconsciente de actuar sobre nosotras, también mujeres, en los pequeños detalles, donde más irritaba y dolía. En la experiencia de opresión de las mujeres se encuentran manifestaciones cotidianas de autoritarismo por ejemplo, en la relación madre-hijo y maestra-alumnos. Aquí el ejercicio del sadismo estaba reforzado por la función destructora otorgada a las PMF.

Nosotras inventábamos subterfugios para poder expresarnos y ellas los usaban para obstaculizamos.
 

Poseíamos el lenguaje de los sonidos y de los signos y como expertos Tiresias sabíamos leerlos peligros en los ruidos nocturnos. Si todas las rejas se iban abriendo en su orden, en el primer y segundo piso la lectura clandestina (que el resplandor del corredor permitía) podía continuar, cautelosa hasta que los pasos se acercaran. Si, en vez de leída, la noche era mateada con murmullos de confidencias, la estampida no sería nada discreta para las que debieran volver a ocupar las cuchetas de arriba. Para muchas, el después del silencio era el espacio de estar consigo mismas, procesar vivencias, extrañar y extrañar, leer o escribir cartas, poemas... Pero la carga mágica y a veces abrumadora del estar queriendo, rabiando, sintiendo a cada una, no se desprendía fácilmente con la noche, y si alguien estaba mal el sueño se hacía más liviano. Sise sentía un motor y alguna reja en mitad del sueño, siempre había alguna que, como "Las madres terribles" de Lorca, levantaba la cabeza.

Una vez, a las 2 de la madrugada, el ruido de un motor frente al edificio me despertó. Corrí a la ventana y vi a la ambulancia casi al mismo tiempo en que escuché las rejas. Me quedé apostada en el agujerito del acrílico y distinguí a Rita en la camilla. No pude, no se puede hacer nada para espantar el susto y le grité, me grité: "Fuerza, Rita!" pensando "~No te mueras ahora!. Te faltan pocos meses para cumplir la pena. ¡No te mueras ahora!" Se organizaron las guardias para comunicarnos con las compañeras de su sector. Días después, los mensajes cifrados devolvían la tranquilidad: Rita se había recuperado y habría canciones, sonrisas y neuronas para rato.

Con Gladys Yáñez había sido distinto. Cuando la internaron, todas sabíamos- y ellos más que nadie- que la iban a dejar morir. Le habían negado una libertad que probablemente la salvaría y sólo podíamos esperar que las que iban al calabozo o al hospital se encontraran con alguna del B para tener noticias. Queríamos derrotar a la muerte con nuestro alerta. Pero esos 150 pares de ojos fueron testigos del asesinato: ropa negra colgada en las cuerdas del patio y una voz desde el C que cantaba para que lo oyera todo el Penal "Qué dirá el Santo Padre...?"

Cuando salís del calabozo, ¿volvés al sector B?

No, en el calabozo me entero que iré al C, porque a veces las compañeras te gritaban o colgaban en las cuerdas de la ropa tu bolso para que vieras a qué sector te habían mandado después de la reestructura. Los últimos días estuve completamente sola; todo lo que servía para llenarte las horas, saludar a las compañeras, silbar cuando barrían, era imposible.

El sector C, en cierto sentido, fue para mí como el balance de la cárcel, síntesis final de lo vivido y preparación para la salida. Estaba constituido en su núcleo fundamental por compañeras que llevaban años viviendo juntas y esto le daba más estabilidad y organización, puesto que todas se conocían y había más actividad y espacio para hacer cosas de cierta envergadura. Siempre me había movido en todo tipo de iniciativas (diarios, noticieros, espectáculos y cosas por el estilo) pero pocas veces había podido completar los planes, ya fuera por las reestructuras o por los calabozos. Esta vez iba a poder realizar algunos proyectos, como hacer teatro en serio y un trabajo de estudio sobre el imperialismo en América Latina.

¿Es en este sector que se representa "La Sal de la tierra"?

Sí, lo habían hecho ese fin de año, antes de la reestructura, y también un libro de cuentos sobre la mujer que llevaba el mismo nombre. Era el primer intento para abrir una reflexión organizada sobre el tema. Se debía hablar sobre nuestras vivencias, pero costaba mucho desprenderse del cascarón del "nosotros", ese plural que nos abarca y nos niega al mismo tiempo. Fue una propuesta de Cecilia que llegada a la cárcel en el 82, traía ya una reflexión feminista y, voluntariamente, quería promover la discusión sobre la realidad de las mujeres.

¿Cuál es el tema de la película?

Es la historia de una huelga minera en el sur de los EEUU y plantea cómo las esposas comienzan a organizarse para apoyarla, y las contradicciones que se generan en el seno de la familia. El eje es que los sindicalistas se oponen a que sus mujeres salgan de la casa y abandonen sus responsabilidades familiares para luchar junto a ellos.

Recién me hablabas de hacer teatro "en serio" ¿te referías a algo más que a un collage, que a un sketch?
 

Sí. A Yerma, por ejemplo, que nos dio un trabajo bárbaro.

¿Por qué "Yerma", justamente?

Me preocupaba cómo las vivencias personales, los lazos con el exterior, la pareja, los hijos, etc, estaban acantonadas como problemáticas inexistentes o idealizadas como situaciones inamovibles.

La mayoría de nosotras seguíamos pensando como mujeres, en los mismos términos en que lo hacíamos años atrás, y entonces se trataba de hacer algo para reflexionar sobre algunos temas presentes en nuestra vida pero reprimidos en su expresión, como la "no maternidad" por ejemplo, que pesaba en muchas porque, por supuesto, no podían hacer una elección libre de ser o no madres, estando presas. Y estaba también el tema del tiempo, que hacía que muchas pensaran que ya no serían madres sin que siquiera se reflexionara acerca de que vos podés ser mujer y sentirte plena aunque no hayas tenido hijos.

En la celda en que yo vivía estaba también Jessie, con la que teníamos largas conversaciones. En un período que estuvimos a rigor en el sector (no podíamos salir de la celda en todo el día) comenzamos a pensar en hacer algo que pudiera abrir esa temática. Cuando alguien se iba en libertad las demás hacían regalos, festejos; yo me iría en noviembre y quería que fuese al revés: quería dejar como regalo ese trabajo. Así surgió la idea de hacer Yerma. En ese momento el sector tenía otro grupo de teatro que preparaba FI Rey se muere, de Ionesco, y que fue puesta "en cartel" después de Yerma con un "gran éxito de público".

En un sector mas o menos estable los grupos de teatro eran una actividad permanente, y en ése había toda una tradición: ya habían hecho Becket o el honor de Dios.

Después del "Soy América" ¿ésta es la primera vez que actuás?

No. En el sector B habíamos hecho El herrero y la muerte a partir del cuento, que era lo único que conocíamos, pero no fue demasiado elaborado como obra teatral. También en otro sector habíamos formado un grupo para representar Claro de luna (de un autor irlandés del que ahora no recuerdo el nombre), pero vino la reestructura y me cambiaron antes de la primera función. Había participado de algunas en joda, tipo sketch, pero así teatro, teatro era la primera vez que lo intentaba.

¿Qué criterios tomaron en cuenta para el elenco? ¿O no tuvieron ninguno en especial?

Muchos y diferentes. En el caso de una compañera, porque se enteró que íbamos a hacerlo y nos pidió para estar; en el de las otras, o porque teníamos afinidad o porque darían bien el papel.

Bueno, armaron el elenco, ¿ qué viene después: la lectura de la obra?

No, primero nos juntamos para plantear por qué esa obra y no otra: porque tocaba un aspecto que tenía mucho que ver (dentro de todas sus contradicciones) con el drama que puede vivir una mujer ante la no maternidad, unido a una reflexión sobre su propia sexualidad. Yerma no encuentra otro camino (por las limitaciones culturales y sociales que existían en esa comunidad provincial) para poder resolver su libertad como mujer, y por lo tanto, no tenía otra opción que odiar a su marido y terminar matándolo como canalización de sus propias frustraciones. Más allá de la anécdota, me parecía un drama que en el Penal se vivía en concreto, sintiéndonos "yermas", aun pese al contexto particular andaluz que podía desdibujar nuestra realidad. El objetivo era ése: abrir una discusión que venciera las autodefensas que cada una se generaba y pudiera darse un debate acerca de cómo se estaba viviendo ese problema. Después leímos el texto y lo discutimos.

¿Siempre tuviste claro que vos podías hacer de "Yerma"?

Siempre; además lo viví como in-crescendo. Pero de ahí a vivirlo gestualmente hay un camino bastante largo. Todavía me acuerdo del ensayo en que ella se encuentra con la vieja, termina tirándose al suelo en actitud de súplica, pidiendo que haga algo por su fertilidad, las citas para las "magias secretas" de su ser madre... y a mí no terminaba de salirme el tirarme al suelo, el dejarme caer, el abandonarme para que la escena tuviera credibilidad, y una compañera me decía: "Está mal, está mal, no es así...". Y era desesperante porque me daba cuenta que tenía razón, pero que canalizar la expresividad me costaba mucho y siempre me parecía que las demás lo hacían más fácilmente. Había cosas que se nos volvían muy complicadas o porque necesitaban música o porque requerían una escenografía especial y nosotras no teníamos los elementos, pero justamente, el reto fue lindo y hasta nos quedó bastante bien resuelta la romería, la fiesta, y la compañera que lo hizo le puso mucha frescura a la escena.

¿Cada una se encargaba de una tarea, de la escenografía. del vestuario, por ejemplo, o hacían todo entre todas?

La escenografía la fuimos pensando en la medida’ en que íbamos instrumentando las escenas, y en general, todo era entre todas.

¿Primero ensayaban la actuación?

Sí, primero leyendo, después memorizando y luego el ensayo en grupo. Pedíamos que a tal hora dejaran libre una celda (después de bandera o a la hora del recreo) y ensayábamos todas juntas. La parte del vestuario se tenía que hacer con lo que había, así que cada una tenía que pensar qué era lo que estaba disponible como para ser utilizado en tal o cual cosa, y lo mismo con respecto a la ambientación. No teníamos muchas cosas, claro.

¿Nadie dirigía?

Nadie.

Para que les fuera más fácil resolver los problemas de espacio, los problemas técnicos, ¿por qué no adaptaron la obra?

Creo que, en casi todo lo que pudimos, seguimos las indicaciones del autor al pie de la letra. Así el reto era más grande. La representamos en una de las celdas del fondo, que tendría 5x5 mas.

¿Y en ese espacio tenía que entrar la representación y el público?

¡Claro! Las que miraban la obra lo hacían sentadas en las cuchetas que habíamos cambiado de lugar; seríamos 26, más o menos.

Todo un éxito de público, porque estaban todas las del sector que esa noche no fueran al cine o a bailar... ¿ Tenían telón?

Lo hicimos con las frazadas y lo utilizamos para cambiarnos la ropa y transformar el escenario.

En ese teatro se podía fumar y tomar mate, ¿no?

Y como no había que sacarse el sombrero...

¿ Te gustó actuar?

La representación la viví tan intensamente que no me acuerdo ‘de nada, sólo del final-final, del final de la obra, porque quedé temblando durante unos cinco minutos en los que no sabía dónde era que estaba. Fue una cosa rarísima, una sensación que no había tenido en mi vida, de real transposición de personalidad. Me costaba volver a la realidad, no veía a nadie, fue una sensación horrible y apasionante, de vacío total porque terminaste algo que estabas viviendo y que, físicamente incluso, te hacía sentir en otra parte y en otro tiempo.

¿A lo largo de toda la obra tuviste esa sensación?

Durante toda la representación, pero más en el final porque, por el in-crescendo dramático del que te hablaba (cosa que no me ocurría en los ensayos, en los que sabés que estás interpretando pero no viviéndolo aún), te dejás ir y terminás sin controlarte más y dejás de ser una para ser otra. Aunque si bien es cierto que el final tiene todo ese dramatismo y te lleva a ese especie de posesión de otra persona que termina perteneciéndote, hay otros momentos de la obra que son más impactantes, por ejemplo, el momento en que él va a buscarla a la casa de la vieja, o cuando ella le grita a ésta lo que realmente siente por ese tipo; eso me llegaba muchísimo más que la escena final, aunque ésta fuera la conclusión de todos los otros elementos que a lo largo de la obra vas acumulando. Además, la misma Yerma se va transformando en otra cosa. Si bien era una obra que siempre me había gustado, nunca me había llegado tanto como en el momento de representarla, esa vivencia es inédita.

¿Fuiste creando una "pose de Yerma" o no la tuviste que inventar y lo que ella decía lo podías haber dicho vos, hecho vos, en sus mismas circunstancias?

Creo que en "Yerma" hay una cosa que es una vivencia muy femenina y por lo tanto, fuera de todo ese contexto, de esa problemática y de esa realidad, aunque te cueste llegar a vivirte como ese personaje (por las inhibiciones, y sobre todo y pese a que ensayo tras ensayo, vas cada vez compenetrándote más y dejándote ir), todas tenemos algo de ella. Lo que no entiendo es cómo hacen los actores, noche tras noche, para "ser otro" y tener esas sensaciones tan agotadoras...

¿Cómo lo hacen? Entre otras cosas, con mucha neurosis.

Y sí... En ese momento, cuando terminó la representación, yo pensaba: "Si en vez de una celda fuese un teatro y tuviera que hacerlo todas las noches, cómo haría con esta sensación que no se parece en nada a la alegría sino más bien al vacío, al sentirte deshabitada". Porque no se trata de que sea por una o dos horas solamente... se trata de que es la vida de otro la que estás viviendo.

¿Te extrañabas a vos misma?

Sí, claro, era como si me hubieran arrancado algo, porque cuando se terminó y todo el mundo después de un rato se ponía a hablar de otra cosa, yo me preguntaba:

"¿Cómo es posible, ya, hablar de otra cosa?"

¿Y con "Yerma" lograron que las compañeras hablaran sobre el tema de la no-maternidad?

No, no sirvió para lo que queríamos. Todo el mundo decía "¡Qué bárbaro! ¡Qué bien les quedó!", pero no salían de ese comentario.

¿A qué crees que se debiera? ¿Fue poco una función o fueron muchas las barreras?

A que las barreras eran más altas de lo que habíamos pensado y los mecanismos de defensa más fuertes. Pero tal vez las cosas no sirvan casi nunca en el momento concreto y sin embargo dejen una lección para después. Tal vez vos vas sedimentando un montón de cosas aunque la cárcel no sea el lugar donde puedas abrir de par en par toda tu vida y revisarla, por lo menos en el terreno personal. Resultaba más fácil hacer un análisis político de cuáles habían sido tus errores o de cuáles tus ideas y remover una cantidad de cosas sobre el proceso histórico, que tocar algunos aspectos más personales, cuando además todo era incierto, todo era abstracto, todo era inexistente. Realmente, ¿quién podía pensar o rever sus relaciones de pareja, con los hijos, con los padres, si eran cosas tan lejanas? Solamente lo podías hacer si esa reflexión de alguna manera ya te había comenzado antes, cuando la estabas viviendo y vos ya habías empezado a pensarte como mujer y con tus condicionantes. Si no, vos te movías y todo lo demás estaba estático; en un espacio cerrado te movías, y de repente mucho, pero en realidad no sabías cuánto te habías movido en relación a todo lo estático que estaba afuera, y máxime porque no estaba estático sino que lo estaba en relación a vos. Por eso, para mí, el drama de Yerma iba más allá del marido (personaje muy odiado por mí pero que no dejaba de ser un pobre tipo), más allá de cada uno de los personajes que estaban en la obra. Incluso, creo que podría representarse con uno solo: ella misma. En realidad el objeto de su odio, de su frustración, era ella y su condición social más que el marido, ese ser concreto al que ella termina matando. Su cárcel estaba dentro de ella, dentro de su propia limitación para sobrepasar los niveles en los cuales socialmente estaba condicionada.

¿Y si, ya que hablamos de "Yerma", hablamos de la sexualidad? ¿Qué pasó con la sexualidad durante todos estos años? ¿Se ejerció, se hizo tabú, se sublimó, se escondió?

Ese es un tema que sentía mucho física y psicológicamente, sobre todo en la etapa del cuartel en que estaba sola, porque cualquier tipo de relación que tengas con los demás, tendrá siempre (al menos potencialmente) cierto componente erótico o sensual. Hay una forma de erotismo social que puede ser canalizado intelectualmente pero que existe. Yo tenía muchos sueños, y cuando los tenía me despertaba porque, como pasa generalmente con ellos, son un tanto frustrasteis y sólo los podía resolver en la masturbación.

Nuestro cuerpo, que es desde siempre blanco de la violencia y la cosificación, ese "objeto de deseo" que nos niega como personas, es también el único espacio de proyección desde el cual se acumulan las experiencias y la sabiduría de todas las mujeres. Creo que en nosotras la sensualidad es un amplio campo de emoción, de ternura, de afectividad... Y de sexo.

Y de sexo, porque el placer ha sido rescatado en mil pequeños gestos y relaciones con las cosas y los seres.

La marginación ha hecho que las mujeres vivamos el cuerpo como una prisión. Sin embargo, dentro de esa prisión

- la metafórica, la otra fue muy concreta- hemos sabido construir nuestra fuerza, nuestra nueva identidad, y es a partir de esa experiencia que hemos mantenido íntegra la unión entre afectividad y sexualidad.

¿Y en la prisión concreta?

En ésa todo está reprimido, prohibido, censurado, y el mismo entorno gris que no permite los colores, las músicas, los sabores ricos, la belleza, no te motiva los sentidos y más bien que te adormece la sensualidad. La ajenidad de cada una respecto a su cuerpo y el peso de los tabúes ponían el resto de las barreras. La profundización de vínculos entre dos compañeras era vivida muchas veces con terror por parte del grupo, tanto por el miedo cultural al lesbianismo como por la inseguridad que podía plantearte. En el terreno personal, imperaba la tendencia a "conservarse" comprometiéndose lo menos posible, para adquirir una "serenidad" que también podía estar expresando frustraciones e incapacidades. A veces, al tabú del sexo se le abría una pequeña compuerta cuando alguien contaba un sueño o recreaba para las otras el anecdotario de vivencias anteriores a la cárcel que terminarían siendo, muchas veces, el blanco de las fantasías sexuales de cada una esa noche.

La capacidad de adaptación del ser humano es gigantesca y la mayor cultura política e ideológica ejercía como un gran justificativo para procesar la adaptación. Sin embargo, las demostraciones afectivas, los cantos, los poemas, la fuerza de un abrazo, eran sin duda una forma de erotizar la vida.

 
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